Segundas partes nunca fueron buenas, decía el bachiller Carrasco cuando habla con Sancho en el capítulo cuatro de la segunda parte de «El Quijote», pero bien es sabido que esta frase proverbial no siempre es cierta, ni en relaciones de pareja ni en continuaciones de obras de ficción. Pero, ¿qué pasa con las terceras partes? Las probabilidades de empeorar se agrandan aunque, por ejemplo, la temporada 3 de «Juego de Tronos» fue mucho mejor que la anterior.

Con esa ilusión, me zambullo en «El cuento de la criada» y, vistos los cuatro primeros episodios, por un lado, no quiero abandonar a June ( Elisabeth Moss), pero por otro, no me están emocionando algunos de los derroteros que está tomando la serie. Y no sigan leyendo si todavía no han visto estos primeros capítulos.

El primer episodio convierte en cenizas la mansión de los Waterford donde tanto sufrió June/DeFred, quemada por una Serena Joy ( Yvonne Strahovski) destrozada tras haber colaborado en la desaparición de su bebé compartido, Nicole. Este gesto de amor verdadero supone la muerte, pero su esposo ( Joseph Fiennes) miente por ella, aunque no evita con ello que Serena se aleje de él y se acerque cada vez más a June. El matrimonio acude a su antigua concubina en un nuevo papel de consejera matrimonial que no acaba de convencer.

La que también se salva de acabar colgada es la propia June que intenta llevarse -estúpidamente- a su hija Hannah de casa de los McKencie. Dios pide una penitencia, pero en este nueva era de la serie, solo le atizan en las plantas de los pies y la ponen a fregar suelos. Empieza su conversión en miembro de la resistencia, colaborando con las «marthas» e iniciando su juego de manipulación y seducción con su nuevo comandante, el que ayudó a Emily a escapar. June ahora es DeLawrence.

La Tía Lydia, que sobrevivió a la caída por las escaleras -cómo prescindir del personaje interpretado genialmente por Ann Dowd-, sigue siendo el terror de las criadas y para ella son las dos escenas de castigos físicos, tanto a June como a Janine.

La vida en Canadá tuvo sus minutos en la segunda temporada y van a más ahora, con Luke y Moira haciéndose cargo de Nicole, y con Emily salvada del horror pero traumatizada, para lucimiento de la actriz Alexis Bledel. Tienen que reconstruirle el clítoris y le recomienden una dieta saludable porque tiene el colesterol un poco alto. El sufrimiento intenso no sale en los análisis de sangre, está en su cabeza. En el capítulo cuarto se reencuentra con su esposa Sylvia ( Clea DuVall) y su hijo. Si todo se arregla y se olvida de June, dejará de tener sentido en la trama, de la que también parece desaparecer Nick ( Max Minghella), al que destinan al frente, a Chicago.

Sabíamos que se rebajaría la crueldad extrema en la que se recreaba la segunda temporada, según muchas seguidoras de la serie que dejaron de verla para no sufrir, pero están desdibujando la vida en ese régimen teocrático. La protagonista no huye sin Hannah como símbolo de esperanza. Ha dejado de padecer, no es sometida a la violación mensual y solo se dedica a atraerse a los Waterford y a Lawrence para sacar de allí a su hija, ¿o para destruir Gilead? Este sería un camino interesante. Espero que se deje ver pronto.