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"Si yo me creo lo que interpreto, lo cree el público"

"Si yo me creo lo que interpreto, lo cree el público"

Diré algo más de la Poesía./ Diré que la Poesía es una ventana./ La ventana./ La única ventana de mi casa./ Por esa ventana irrumpe la luz e ilumina todo lo que yo escribo en las paredes./ Y también entra el Viento./El Viento entra y sale por la ventana y un día se lo lleva todo: las paredes, las palabras escritas y este yo que tiene una orgullosa cola de renacuajo y que también parece un torpe y lento gusano que camina movido por el hilo viscoso de su baba (...)/Y diré que la luz puede abrir las cajas fuertes de los Bancos, derribar las presas ,romper las cuerdas de los paquetes certificados y hacer juegos asombrosos de prestidigitación./Diré algo más de la luz. (...) Yo sé además que entre el Viento y la luz hay ciertos planes./He oído decir que entre el Viento y la luz pueden convertir un gusano en mariposa./Y ¿Quién sabe lo que serán capaces de hacer algún día con el hombre...? / Pero... ¡Silencio!... que no se entere la policía porque podrían cerrarme la ventana. El poema La Ventana, de León Felipe, es uno de los que, no recita, interpreta, como cualquier otro texto actoral -solo que sentado y acompañado a la guitarra por José Luis Merlín- Héctor Alterio en su espectáculo Como hace 3.000 años. Los tres milenios hacen referencia a otro poeta, a otros dos poetas, al argentino -como el propio Alterio- Esteban Agüero, autor del poema homónimo, y a Homero, a quien se refiere éste. El veterano actor (89 años) lleva un tiempo alejado del teatro -tras El padre- pero continúa con este trabajo íntimo en el que reivindica la vigencia, la urgencia, de la poesía.

P Estamos de acuerdo: el mundo necesita poesía.

R Sí, sí, mucha más, mucha. En eso conmigo no tendrás ningún problema.

P ¿Por qué ha elegido a León Felipe, un poeta digamos «poco poeta»?

R Yo me relacioné con León Felpie en Argentina, en Buenos Aires, cuando era un adolescente y él estaba refugiado en México para no sufrir las consecuencias de la Guerra Civil española. De una manera inconsciente y casual escuché, con 14 ó 16 años, una poesía que salía del uso corriente, llena de metáforas maravillosas, unas terminologías, una manera de expresarse distinta, que me llamaban la atención, y de alguna manera me despertó el interés. Yo ya estaba coprometido con el teatro independiente argentino, que fue una explosión cultural, y eso me alejó de León Felipe. Pero ante cualquier necesidad de un poema, venía a mí como algo latente. Es un poeta que me permite expresarme de una manera personal y creerme lo que estoy diciendo, aunque sean metáforas, y si yo lo creo, lo cree el público. Yo no interpreto poesías, interpreto textos, como el actor que soy. Me divierto mucho con León Felipe. Está la música, la guitarra, y es un espectáculo sencillo. El público lo recibe como una propuesta no digo distinta, pero desde luego original. No es el verso al uso.

P Reivindica al rapsoda, al juglar, al cuentacuentos, toda esa tradición oral.

R Tú lo has dicho. El título, Como hace 3.000 años, responde a un deseo y una fantasía de Esteban Agüero, otro poeta, argentino. El deseo del poema titulado así, con el que comenzamos antes de entrar en la poesía de León Felipe, es poder emular a Homero, que era capaz de congregar a cientos de miles de personas nada más que con sus versos.

P Ahora hay un renacer, una nueva poesía, que utiliza otros formatos y otros lenguajes y las redes sociales para llegar al público joven, esas plazas públicas del siglo XXI.

R Ah, pues una buena noticia. Yo huyo de la métrica habitual, el poema al uso, tengo un texto y lo interpreto, como actor. ¿Estás sentada? Pues llevo setenta años, setenta, haciéndolo, así que imagina si me habré equivocado y habré cometido errores...

P Si lleva 70 años sobre las tablas será porque suma muchos más aciertos.

R (ríe)

P El director Carlos Pasqual dice que teatro y poesía se parecen porque en ambos casos en un pequeño espacio se concentra la vida.

R Ah, qué bueno, qué bueno, sí, así es.

P El hijo de la novia, En el estanque dorado, El padre... directores teatrales y cineastas están empeñados en relacionarle a usted con la enfermedad del olvido cuando ejercitar tanto la memoria parece alejarles a los actores de ella. Usted ahí sigue, en plena forma.

R El alzheimer, sí. Y la edad, la desmemoria. Todos esos, y habré hecho muchos más papeles, seguro. Cuando la tenga de verdad, ya no me van a llamar para intepretarlos. Pero mientras me los ofrezcan y yo pueda... Hay, claro, una verdad física.

P Alterio, en su italiano original, significa alter io, otro yo. ¡Estaba usted predestinado a encarnar a otros!

R (ríe) Son casualidades, no lo elegí yo. ¿Sabes también qué dicen? Cuando estamos juntos Malena, Ernesto (sus dos hijos, ambos actores como él) y yo, que somos la «Arterioesclerosis».

P Con usted no va lo de la jubilación.

R No la entiendo. Bueno, a ver, si supiera que me favorecen económicamente... Pero es que no me alcanza para vivir. No tengo alternativa. Y mientras me quieran y yo pueda seguir, no tengo otro trabajo, esa es mi vocación y mi modus vivendi.

P ¿Cumple usted todos los tópicos del buen argentino: fútbol, mate, tango e incontinencia verbal?

R (ríe) Sí, sí. En este momento estoy tomando mate. Soy muy futbolero, siempre lo he sido, no un desesperado pero sí. Yo era fanático de un club argentino, el Chacarita Juniors, que viene de las Chacras, donde además era famoso portero un tío mío, hermano de mi padre. Vine a España hace más de cuarenta años, al Festival de San Sebastián del 74, llegué sin que me invitaran y cuando llegué no tenía nada, me lo tenía que inventar todo. Así que elegía un equipo y al día siguiente o al mes siguiente lo dejaba y cambiaba: el Barça, el Rayo Vallecano... Pero por entonces estaba Valdano como jugador en el Real Madrid, era el único equipo al que no tenía simpatía, pero estaba Valdano y eso hizo que borrara mis prejuicios. Como eso, todo. La vida te va llevando hacia cada elección.

P Sus hijos han seguido sus pasos y deja un legado, sus obras, su voz, sus películas... Todo quedará grabado materialmente y en la memoria colectiva. Eso es lo más parecido a la inmortalidad de los poetas clásicos, ¿no?

R Calla, calla, qué cosas, me da apuro...

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