El esquí alpino es el gran protagonista del cada vez más amplio panorama de los deportes de invierno. Una especialidad que tiene multitud de variantes y a la que le han surgido numerosas alternativas, algunas de ellas de creciente popularidad durante las últimas dos décadas como es el caso del snowboard.

No obstante, las dos tablas siguen siendo las reinas de un deporte que no ha parado de evolucionar a todos los niveles. Y es que, la práctica del esquí tal y como lo conocemos deriva de la modalidad conocida como telemark, el auténtico origen del esquí moderno.

Hay que situarse en el año 1825 cuando el noruego Sondre Norheim desarrolló esta técnica, a la que denominó con el nombre de la región noruega de Telemark donde vivía. Una mecánica hasta entonces desconocida y que se basaba en la realización de giros sucesivos a la hora de afrontar los descensos.

Pero la principal característica de esta manera de esquiar se centra en el acentuado movimiento de flexión de la rodilla hacia la que se efectúa el giro, para casi llegar a tocar la nieve. Algo que se consigue gracias al tener libre el talón de la fijación con el esquí a diferencia del esquí alpino tradicional. De esta manera, se permite una mayor movilidad al esquiador, aunque también se requiere una mayor destreza.

Para su práctica se necesita un material específico. Los esquíes son más anchos que los utilizados en el esquí alpino, acompañados de unas fijaciones que tan sólo anclan la punta de las botas permitiendo mover el talón hacia arriba para flexionar la rodilla con total libertad.

Si bien el telemark ganó muchos adeptos en sus inicios, fue desbancado por la eficacia en competición del esquí moderno y su mayor velocidad. No obstante, la técnica del telemark resurgió durante el último cuarto del siglo pasado devolviéndola a las pistas de la mano de los más nostálgicos. Una especialidad que destaca por la plasticidad de sus movimientos y que se centra más en los fundamentos técnicos que en la rapidez o el hecho de alcanzar altas velocidades. Sin duda alguna, una vuelta a los orígenes del esquí que cada vez está más de moda entre los aficionados a la nieve.