Para Álex González participar en «3 caminos» ha sido un «reto maravilloso». Un descubrimiento. Confiesa que, cuando inició el rodaje de la serie, él se mostraba bastante escéptico sobre «la magia» que algunos compañeros decían iban detectando durante las caminatas, pero que tras la reanudación del rodaje tras el confinamiento, «recibió señales que antes ignoraba». De Roberto, el mejicano al que da vida, ha aprendido a ser «flexible» y a «aceptar la vida como viene».

¿Habías hecho el Camino de Santiago antes de rodar la serie?

Tenía muchas ganas de hacerlo, pero no. Al margen del personaje, ha sido todo un regalo el haber tenido una primera toma de contacto con el Camino.

¿Cuando te ofrecieron el guion no sentiste curiosidad?

Sí, de hecho, los protagonistas queríamos haber hecho el tramo que se hace en cinco días, pero fue complicado porque ya estábamos con ensayos y pruebas. Antes de rodar estuvimos conviviendo en una casa de campo.

A nivel de sensaciones ¿qué sentiste durante el rodaje?

Pasé por diferentes estados. Al principio, por las mañanas sentía una especie de euforia porque los paisajes eran espectaculares, pero no era más que eso, belleza. Yo escuchaba hablar de magia y de la llamada de la espiritualidad, pero yo no veía esa magia de la que hablaban. A la vuelta del confinamiento, empecé a estar más abierto y recibí señales que antes ignoraba y a estar más conectado.

¿Eres emocional e introspectivo?

Sí. A veces soy muy superficial pero como algo elegido a propósito porque no soporto el aburrimiento. Soy de los que piensa que el que no se divierte es porque no quiere. Me resulta muy fácil divertirme. Es imposible que pase un día sin que me ría; lo necesito y si no me lo invento. Al mismo tiempo, soy muy intenso y me gusta vivir las cosas con intensidad. Y sí, soy bastante introspectivo y me gusta pasar tiempo solo. No necesito hacer el Camino de Santiago para encontrarme a mí mismo.

¿Te ha dejado un poso diferente a otras series?

Sí, la verdad. De entrada mi personaje es diferente a lo que había hecho hasta ahora porque el conflicto al que se enfrenta es distinto. El recorrido de mi personaje no va de una historia de amor sino de algo más profundo como es la aceptación de una enfermedad muy grave (ELA) y el aceptar que los planes no son como se sueñan o se planean, pero que si lo aceptas puede ser maravilloso. Con este personaje me he llevado la valiosa herramienta de ser flexible y aceptar la vida como viene. No digo que esta sea la fórmula de la felicidad pero se acerca bastante.

¿Es el personaje más extraño a ti que has interpretado?

Sí y no. Creo que tengo muchas cosas de Roberto, porque el personaje me ha quitado capas y una de ellas es la de enseñarme a no rendirme. A veces asociamos el rendirnos a la cobardía o al no intentar algo, pero yo lo asocio a la aceptación, a no tener que maquillar los resultados. Roberto, antes de rendirse, mantiene un diálogo con Dios que en el fondo es consigo mismo. Ese diálogo pasa por varias etapas como la no aceptación, el sí y el por qué. A veces, cuando dejas de pelear, la vida te da momentos maravillosos. En cuestión de aprendizaje, este personaje me ha enseñado mucho.

Ahora vemos el resultado pero, ¿cómo fue el rodaje?

Ya de por sí era un proyecto especial y diferente. La premisa del director antes de rodar era que la vida es mucho más de lo que vemos. Yo también lo creo. Creas en lo que creas, todo el mundo ha vivido un caso místico, o algo pequeño como pensar en un amigo y encontrárselo o tener un sueño y que suceda al día siguiente, o que alguien te diga una frase y sea la respuesta a algo que estás buscando... Es como si al final todos estuviéramos conectados. Tras el confinamiento, eso me ha removido bastante. Creo que antes éramos una sociedad más individualista en la que tenías que ser el número uno solo y ahora lo importante es cooperar y el bien colectivo.

¿Se llega a oler, cuando se está grabando, el éxito de una serie?

Para nada, eso es magia. Haciendo ‘El Príncipe’, vimos el capítulo piloto y yo decía ‘jolín, esto no va a funcionar’. Luego, cuando se estrenó, fue un boom. Con otras series que pensaba que se iban a ver más se vieron menos. Es algo que tiene que ver con el momento en el que se estrena y cuando se ve. ‘La Casa de Papel’ es el ejemplo; se estrenó en Antena 3 y no renovaron cuando llegó a Neflix lo petó.

Como espectador, ¿qué te atrae de una serie?

Mi arco es muy amplio. Últimamente me llama la atención todo lo que tiene que ver con la inteligencia artificial y el efecto que eso tiene en nuestra sociedad, hacia donde vamos y cómo va a influir en nuestras vidas. Estoy muy preocupado con esto.

Hiciste mucho cine y en 2016 lo dejaste un poco arrinconado para centrarte en series, ¿qué tiene este producto que te seduce tanto?

No fue una decisión consciente. Creo que últimamente los personajes son más interesantes en televisión que en cine porque se arriesga mucho más. Todo tiene que ver con la estructura que han creado las plataformas y que ellas apuestan por la televisión. Ellas crean su propia infraestructura para hacer grandes producciones, tienen los mejores guionistas y a los actores nos ofrecen largos contratos. Ahora vas a hacer una peli y no puedes contar con el guionista que quieres porque está en nómina en una gran plataforma. Aun así, el cine es por quien yo me enamoré de esta profesión y me da mucha pena que eso se pierda, pero, si le quito el romanticismo, me parece que es maravilloso la democratización del audiovisual porque a una familia ir al cine le sale caro y en casa a un precio asequible toda la familia puede ver una peli. Como trabajador de esta industria me siento agradecido porque creo que nos ha tocado la lotería porque ahora hay trabajo para todo el que se dedica a este sector.

¿En qué proyectos andas ahora metido?

En abril, salvo que esto vaya a peor, empiezo a rodar una serie y además tengo pendiente de estreno de la comedia romántica ‘Fuimos canciones’, una película para Netflix basada en un libro de Elísabet Benavent. En la peli trabajo junto a María Valverde.