La mujer más fea del mundo
La Sala Russafa presenta el primer estreno absoluto de la temporada y denuncia la explotación y espectacularización de lo diferente

Manuel Valls; en el centro Lucía Aibar; y a la izquierda, Juan Carlos Garés. / JUAN TEROL
Julia Pastrana padecía hipertricosis. La piel del cuerpo de la mezzosoprano estaba recubierta de pelo y su aspecto recordaba al de un simio. Theodore Lent la descubrió en su búsqueda de personajes extraordinarios. Y ahora es Manuel Valls quien lleva esta historia real a las tablas de la Sala Russafa con el título La mujer más fea del mundo. «La idea de escribir esta obra surge de mi anterior espectáculo, Las hijas de Siam. En un momento dado, sus protagonistas contaban la historia de Pastrana y cómo querían reunir dinero para darle una sepultura digna. Y es que lo que ocurrió con esta mujer es un claro reflejo de que la crueldad humana puede no tener límites», explica Valls.
En su opinión, el ser humano, a nivel individual, no suele ser cruel. «Pero cuando entra en juego el componente social, cuando queremos llamar la atención, sentirnos parte de un grupo o escalar posiciones, parece que no hay reparos en hacer daño a los demás», apunta el dramaturgo y director.
En un formato de drama salpicado de momentos cómicos y con algunas licencias narrativas, La mujer más fea del mundo narra en poco más de una hora 30 años de una historia verdadera, que incluye una gira por Europa de Pastrana, convertida en espectáculo por su físico. La puesta en escena homenajea los ambientes del vodevil y el circo del siglo XIX. Y los personajes se presentan al principio con una picaresca divertida que despierta la sonrisa del público para ir helándola conforme avanza la trama y Lent encuentra una argucia para seguir explotando a su esposa, incluso después de muerta.

Manuel Valls; en el centro Lucía Aibar; y a la izquierda, Juan Carlos Garés / JUAN TEROL
El espectáculo se ha desarrollado dentro del programa de estímulo a la escena valenciana Graners de Creació, con una residencia creativa y técnica en Sala Russafa. Lo interpretan el propio Valls junto a Juan Carlos Garés y Lucía Aibar, quien aparece en escena con su aspecto natural. «No caracterizarla ha sido una decisión premeditada. Proyectamos en el escenario mucho material documental, fotos reales de los protagonistas. La intención era que, mientras Lent y Barnum la van describiendo como un monstruo, el público pueda ver lo preciosa que era Pastrana en su interior y las cualidades extraordinarias que tenía», sostiene el director, quien ha querido recrear sus dotes musicales haciendo que Aibar interprete en escena unas habaneras de la época, con arreglos de Carles Chiner.
El texto de La mujer más fea del mundo invita a la reflexión y a la autocrítica como sociedad. «Siempre que voy a escribir una obra pienso en qué me gustaría ver como espectador y me parece que esta historia toca al público, le interpela, le habla de algo que es humano y sobre lo que tenemos que reflexionar porque todos, de una u otra manera, alguna vez, hemos formado parte», expone el dramaturgo sobre este espectáculo que permanecerá dos semanas en cartelera y que denuncia la explotación y espectacularización de lo diferente.
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