El Valencia mantuvo ayer el tipo en el Vicente Calderón y, por consiguiente, en la Liga. Mustafi rescató un empate en el tramo final que deja a los dos equipos en la misma posición en la lucha por el tercer puesto. Si acaso, y pese a seguir por debajo, el resultado duele menos al equipo de Nuno, consciente de tener el «goal-average» ganado y con mucha competición aún por delante. Todo se produjo en un partido disputado al límite, casi al extremo, muy táctico y repleto de tarjetas (más de 10). De fútbol, realmente, hubo más bien poco o nada.

El primer tiempo se jugó cómo quiso el Atlético y no le convenía al Valencia. El equipo de Nuno fue previsible desde el principio. Dominó el equipo rojiblanco el espacio y tiempo ante un rival incapaz de corregirse, de sobreponerse, de variar el guión, sin ninguna magia en el juego. Demasiado contemplativo, superado en los balones divididos, reiterativo en el pase al pie, el conjunto blanquinegro no encontró nunca el área de Moyà, lo que da una idea de su talante contemplativo antes del descanso. Durante ese rato, el Valencia estuvo demasiado quieto, circunstancia que agradeció el equipo de Simeone, muy armado en el medio campo y afilado arriba por la figura de Fernando Torres, en ocasiones muy útil para abrir espacios en la defensa. El Atlético, sin embargo, atacó el partido desde el círculo central, donde centró sus fuerzas en la contención y el despliegue. Su fútbol, en todo caso, era bastante plano. Otamendi y Mustafi se encargaron de blindar el área de Diego Alves. Sólo recibió un disparo en condiciones, en la jugada del gol.

Defendía bien el Valencia, pero no atacaba, víctima de una saturación de futbolistas en el centro de campo y de una posesión inútil de la pelota. Ni un tiro en condiciones ni una jugada que valiera la pena en todo el primer tiempo.

Enfrente, el Atlético buscaba con más decisión la portería de Diego Alves. Sin poner en apuros al meta brasileño, apenas exigido, dio la sensación de estar por encima de su rival, con el partido bajo su control a la espera de una ocasión con la que confirmarse en el marcador.

Llegó pasada la media hora. La acción retrató perfectamente la situación del encuentro. Un futbolista de segunda linea, Koke, acudía al rechace. El centrocampista «fusiló» a Alves desde la frontal del área. Definitivamente, era una cuestión de decisión. Y de sincronización entre las lineas.

El Valencia, que se había defendido con orden pese al gol recibido, estaba obligado a cambiar los registros a la vuelta del descanso. Era el momento de realizar correcciones tácticas, de buscar un plan B para encontrar a Negredo. Nuno dio entrada a Rodrigo por la banda derecha y más tarde a André Gomes. Hubo resultado. Más animado, obligado a buscar el gol, el Valencia dio un paso adelante superado el primer cuarto del segundo tiempo. Su sacrificio fue excelso. Bien lo sabe Negredo, parado a golpes cada vez que intentaba recibir la pelota cerca del área. Se desquició el vallecano. Lo mismo lo ocurrió después a Mandjukic con Otamendi, que le marcó el territorio de forma exagerada.

En un choque tan previsible, el se equilibró en una acción de estrategia. Parejo lanzó una falta, el balón fue escupido por el larguero y Mustafi acudió al rechace con el premio del gol. Ya no se produjo ningún altibajo hasta el final del encuentro, salvo la expulsión de Javi Fuego, con los dos equipos compitiendo cada balón como si les fuese la vida. El Atlético terminó lamentando el resultado.