Peter Lim entró en Mestalla con el partido empezado. Hombre discreto y poco amigo de los focos, y más cuando estos deslumbran pidiendo explicaciones, vio desde su palco privado, 16 meses después, a un Valencia que empieza a recobrar sus constantes vitales, sus signos de identidad. 1-0, el marcador más añorado, con un equipo con decisiones sencillas y coherentes a cargo de unos jugadores con mayor implicación. Joao Cancelo, siempre discutido, firmó un notable partido y se despidió ovacionado y entre lágrimas.

Mestalla se tomó el partido con la energía de quien saluda a la primavera, época de buenos augurios que deja atrás un invierno que, en la Avenida de Suecia, ha durado dos crudos años. La ovación que se llevaron en su salida al palco Murillo y Gabriel, dos fichajes que no venden camisetas pero sí alimentan el bloque, fue un anticipo del resto de la velada. El estadio y el equipo se sacudieron tanto pesimismo acumulado con un entusiasmo inusitado. Por momentos fue complicado gestionar todas las ganas de agradar, con un rival, Las Palmas, tampoco caracterizado por pisar la pelota y tomarse las cosas con calma.

Era un escenario propicio para tipos impulsivos, como Joao Cancelo. El luso, en cada zancada, dibujaba interrogantes sobre la idoneidad de su salida en préstamo al Inter. Su chispa explosiva costará de encontrar en un mercado al que ya se acude a la desesperada.

Otro nombre propio. Simone Zaza, ya «Ximo» en una aclimatación veloz y guerrera, al estilo Carboni. En el retiro de Évian, Zaza confesaba a Levante-EMV que «soy yo el que debe cambiar, no son los árbitros los que siempre se equivocan», al ser preguntado por su pico febril de faltas cometidas. «Es una bendición tener un jugador así, que contagia al resto», te comentaban desde el cuerpo técnico. «Con 26 años ese carácter ya no se puede domar», completaban. Todo cierto. Zaza debe cambiar pero, para lo bueno y lo malo, quizá sea demasiado tarde. Anoche se llevó una amarilla por soltar el brazo en una disputa por alto en su primera falta. Esa advertencia no frenó su entrega. Lo agradeció Mestalla. Continuó luchando igual y abrió el marcador con un gol de precisión, que Marcelino celebró con efusividad.

Quedaba gestionar la renta, un arte antiguo en desuso en los últimos tiempos en el viejo estadio. Neto había intervenido en algún disparo tímido desde la frontal, pero la resistencia rival perdió brío con la expulsión de Halilovic por roja directa. El croata, que había sido de los mejores en el bando rival, descolgándose hacia el centro desde la banda, midió mal una plancha sobre la rodilla de Gayà.

En la segunda mitad, el Valencia perdonó la sentencia en algunas contras, con Las Palmas llevando la iniciativa en inferioridad numérica. La posesión de los visitantes en campo rival era un síntoma de que el Valencia está en fase todavía experimental, con más intenciones que certezas. La noche, en la que se homenajeó a las víctimas de Barcelona y también a Salva Delhom, el chico de Albal que no pudo superar su leucemia, transcurrió sin incidencias en los aledaños, con un dispositivo especial de seguridad en el que la Policía Nacional cortó el tráfico alineando sus furgones para evitar cualquier irrupción terrorista motorizada.