Cuando el significado de un partido se zampa al propio partido. Está ocurriendo con el Barça-Madrid de una manera tan pronunciada que ha adquirido cuerpo estructural en mitad de una revuelta. La discusión de aplazarlo puede estar fundamentada por el celo de lo que no debe volverse inseguro. A partir de ahí podría plantearse si no es hacer el juego a quienes pretenden alterar el orden, al punto de que tanta celeridad por cambiar la fecha resuena como una voluntad de intervenir en el tablero: el deseo de evitar una protesta con repercusiones exteriores. ¿Debe la competición entrar en ello? La hipérbole de una liga intervencionista que busca remarcar su influencia respecto a hechos que no le incumben.

Se propusieron, con el empeño de un puñado de años, que el Barça-Madrid -y viceversa- tuviera una trascendencia todavía mayor que la combinación de los dos clubes ciclados. Lo han logrado al punto de que el calendario, ya manoseado de por sí, queda reducido a una guía. Sobre la marcha, cuál es ahora la fecha más conveniente para el encuentro. El diario Olé, en la aportación más rigurosa hasta el momento, planteaba que el partido se celebrase en Buenos Aires por aquello de intercambiar favores.

Porque no es el partido, es la utilidad del partido. Qué poder hacer con una mercancía que de manera oportunista ha adquirido posibilidades nuevas.

Como no es la Supercopa que la Federación sigue en proyecto de celebrar en Arabia Saudí. Importa poco la competición, lo relevante es su utilidad. Tan ricamente hemos digerido el vaciado del sentido deportivo para dar cabida a la gestión del producto. En este caso no solo no preocupa el sentido propagandístico de la acción, más bien es lo que se propone: el rentable blanqueamiento a unos amables sátrapas.

Tebas ha vuelto a Miami para que allí se juegue el Villarreal-Atlético. Total, deben pensar todos, qué puede pasar por birlarle un partido a unos aficionados de un pueblo de Castellón. No es el partido, es la utilidad del partido.

Van a acabar volviendo inútiles los partidos.