Mamardashvili se hace un gigante

Desde la llegada del georgiano, Baraja se empeñó en aprovechar su envergadura, 1,97 m, en balones aéreos y penaltis

Giorgi Mamardashvili realiza ejericicios de calentamiento antes de un partido en Mestalla.

Giorgi Mamardashvili realiza ejericicios de calentamiento antes de un partido en Mestalla. / F.CALABUIG

Pascu Calabuig

A finales de año, después del triunfo en Vallecas, donde el Valencia logró dejar por primera vez la portería a cero lejos de Mestalla, Rubén Baraja se refirió al crecimiento que estaba experimentado Giorgi Mamardashvili: «Es un portero joven con mucho recorrido. Está siendo importante porque lógicamente para ganar tu portero debe parar. Nos ha sostenido con buenas acciones aéreas. Es un jugador que nos aguanta y es fundamental. Trabajamos a diario en su mejoría. Tiene 23 años, todavía mucho que aprender, pero su predisposición es muy buena». Cuatro meses después, su progreso es más evidente todavía.

El georgiano, héroe de la clasificación histórica de su país para la Eurocopa, ha pasado a ser el portero de moda de la Liga y uno de los diez más valiosos del mundo después de pulir pequeños puntos débiles que arrastraba.

Calma, mentalidad y trabajo duro

Desde el entorno más cercano de Mamardashvili se considera que los secretos de su evolución son «calma, mentalidad y trabajo duro cada día con José Manuel Ochotorena». La madurez adquirida con el paso de los partidos -87 en la Liga- ha hecho que el guardameta de 1,97 m haya controlado la presión y los nervios sobre el césped.

Un estado de confianza que le ha ayudado a mejorar en facetas como el juego con el pie y, sobre todo, los centros laterales y balones aéreos, y los penaltis. Capitán por primera vez frente a Osasuna, el futbolista nacido en Tbilisi ha explotado todas sus virtudes en la presente campaña convirtiéndose en el principal referente del equipo y en su pieza más cotizada (35 millones), además de en el portero de la competición española más valorado.

Los frutos recogidos por el georgiano han sido sembrados diariamente en Paterna. ‘Mamardash’ ha progresado bajo las directrices de Rubén Baraja, Toni Seligrat y Ochotorena. A mediados del pasado curso, el nuevo cuerpo técnico se propuso que el trabajo en los entrenamientos fuese enfocado a aumentar la seguridad en centros laterales y balones aéreos.

El Valencia del ‘Pipo’ necesitaba tácticamente un portero dominador. La gran envergadura de Giorgi, de cerca de dos metros, lo hacía perfecta para tal misión. Solo había que reforzar la confianza, la comunicación con los defensas, calcular tiempo y espacio y pulir los gestos técnicos. Hoy, Giorgi tiene la lección clara y cuando no puede atrapar el balón en los aires lo despeja contundentemente con los puños.

En el juego aéreo y, en especial, en los pases con los pies, el portero blanquinegro aún tiene un margen de crecimiento por cubrir. Sin embargo, como en los lanzamientos desde los once metros, el cambio en cuestión de dos años ha sido enorme. Su presencia en la ‘repesca’ por un lugar en la Euro contra Grecia le ayudó a parar la pena máxima de Bakasetas e intimidar y tapar todo el espacio a Giakoumakis. Dos penaltis que lo transformaron en leyenda en Georgia. Con el Valencia, los resultados saltan también a la vista.

Ha pasado de no detener ni uno de los 17 primeros penaltis que afrontó -incluidos los de la final de Copa 2022 y la Supercopa de enero de 2023- a parar tres de los últimos cuatro que le han lanzado. Tras el penalti que le marcó el rojillo Aimar Oroz en Mestalla (1-2) en la jornada 3, Giorgi evitó los goles desde el punto fatídico a Kike García (Alavés), Álex Baena (Villarreal) y el del lunes pasado a Ante Budimir (Osasuna). En ocho meses, únicamente Rubén Alcaraz (Cádiz) superó al portero del Valencia desde los once metros, aunque los blanquinegros se llevaron los tres puntos del Nuevo Mirandilla (1-4). El próximo sábado, precisamente, Mamardashvili vivirá el reencuentro con el Betis, equipo al que no pudo atajarle ningún lanzamiento en la tanda de la final de 2022.