En L´Ermitage, San Petersburgo (Rusia), asombra encontrarse con una inmensa sala dedicada a obras de los valencianos Ribera, Ribalta y Joan de Joanes, entre las que hay un enorme lienzo con «los dos Vicentes» santos, el Ferrer y el Mártir. En el Kuntmuseum de Berna (Suiza), más diminuto y coqueto, de las paredes de toda una sala cuelgan enormes y rectangulares tapices flamencos que relatan en preciosas estampas escenas la pasión y muerte del santo diácono mártir.

En casi todos los países de Europa encontramos vestigios que nos remiten a San Vicente Mártir. Allí el famoso no es Ferrer, sino el mártir. Le viene de origen y casta. Su martirio sedujo a los europeos de entonces, su fama de santidad se extendió como un rayo y hoy persiste ese rastro en muchas iglesias que llevan su advocación o veneran su recuerdo y santidad. La propia catedral de Berna, (S.XV), antaño católica y ahora protestante desde que residiera en ella Erasmo, lleva el nombre de San Vicente Mártir.

Pinturas, esculturas, tapices, templos, pueblos, calles,… llevan en Europa, y también en América, el nombre del primer protomártir de la historia cristiana de Valencia, ciudad a la que desde los primeros siglos llegaban, desde todos los confines de Europa, numerosos peregrinos a venerar la sepultura del santo en La Roqueta. Debido a dicha afluencia fue necesario construir una «basílica sepulcral» en el mismo siglo IV, martirio del santo. El templo de la Roqueta sobrevivió a los 500 años de dominación hegemónica árabe. Los invasores permitieron allí que se celebrara culto cristiano, al que acudían los mozárabes. El Obispo de Albarracín, Don Ximeno, quien acompañaba con sus tropas al rey Jaime I en la conquista de Valencia, cuentan las crónicas, meses antes, en mayo, del asedio final, en una escaramuza se coló con su hombres por una brecha de la muralla y celebró Misa en La Roqueta, tomando posesión de ella. Jaime I atribuiría el éxito militar de la conquista de la ciudad a San Vicente Mártir, y en señal de gratitud, sobre aquella modesta basílica sepulcral y cenobio mandó construir dos edificaciones, ampliadas en los siglos XVII y XVIII, y en las que instaló hospital y hospicio para pobres y huérfanos.

El deterioro del conjunto histórico-artístico religioso comenzó con la Desamortización de Mendizábal (1834), en que el Estado expropió sus bienes a las órdenes religiosas. En este tiempo, se aprovechó para mutilar la Iglesia. El ábside y torreón del templo fueron derribados con el propósito del acceso a Valencia del camino real de Madrid por Albacete.

Podría ser que en este momento fue cuando se perdió el rastro de los restos de San Vicente Mártir, enterrado bajo el altar mayor, situado debajo del ábside, y que con las obras del Metro, que pasa por allí, hubieran desaparecido muchos restos arqueológicos, entre ellos su sepultura. Las teorías de que sus restos fueron a parar a Francia o a Portugal parece que son sólo leyendas. Don Vicente Castell siempre defendió que el santo sigue enterrado en La Roqueta y que hay que excavar allí hasta encontrarlo.

Con los cambios políticos, las Agustinas pudieron recomprar Iglesia y Convento, ya muy deteriorado, que agravó su situación en 1936, año en el que fue incendiado por quienes se dedicaban a ejercitar la persecución religiosa. Pasada la guerra civil, las religiosas lo recuperaron y ocuparon hasta que en 1973 vendieron el convento, sobre cuyo solar iba a ser construido un edificio de viviendas y locales comerciales.

Nadie elevó la voz en contra e hizo gestiones para impedir que La Roqueta fuera demolida, excepto un sacerdote, el canónigo de la catedral de Valencia, doctor en Historia, don Vicente Castell Mahiques, quien dio la alerta y comenzó a movilizar a la sociedad. Consiguió que el alcalde de Valencia, Miguel Ramón Izquierdo, llevara a Pleno el asunto y se decidió comprar el inmueble para salvarlo de la piqueta. En 24 de marzo de 1978, también a persistencia de mossen Castell, el Gobierno declaró el conjunto de La Roqueta Monumento Histórico-Artístico Nacional.

El edificio es por tanto de propiedad municipal, pero nunca el Ayuntamiento de Valencia ha hecho nada serio por salvarlo de la ruina en que se encuentra desde hace muchos años, excepto el poner hace poco tiempo unos puntales para evitar pasar por la vergüenza de que se les hunda del todo.

Tal inacción demuestra la total falta de respeto y estima del Ayuntamiento por nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestros orígenes, por nuestro patrimonio histórico-artístico. Y lo peor de todo es que en lo referente a Sant Vicent de la Roqueta, los responsables políticos actuales, ni están, ni se les espera. No saben que lo lógico sería, es, restaurar el conjunto y dedicarlo a lo que fue siempre, centro histórico-cultural-religioso-benéfico-asistencial, no tenerlo apuntalado esperando a que él mismo se caiga, muera de pie...