José Luis García tenía un futuro prometedor trabajando en la administración pública, pero las drogas se cruzaron en su camino y todo se corrompió. Su vida se vino abajo y acabó en Picassent como tantas personas honradas y con estudios que nunca pensaron que se convertirían en delincuentes. Ahora, con 42 años, este valenciano ha encontrado un lugar en el que rehacerse como ser humano y contemplar el futuro con optimismo.

"Salí de la prisión en la que estuve dos años y siete meses, y estoy supeditado a un programa del Proyecto Hombre para abandonar las drogas", razona José Luis. Le cayeron ocho años, según cuenta, "por delitos comunes", y no tiene dudas sobre la función del Casal: "Es uno de los mejores centros asistenciales de Valencia, porque aquí lo que importa es la persona, no la condición social, el delito cometido o las circunstancias de cada uno de los que estamos aquí."

José Luis no escatima en halagos para el personal profesional del Casal de la Pau. "Tienen una capacidad para involucrarse en los problemas personales elogiable. La enfermera, las animadoras, la trabajadora social, todo el equipo del centro es bueno", argumenta.

Aprovechar las oportunidades

Sin embargo, también tiene claro que aquí las oportunidades no se pueden dejar escapar. "Tenemos que aprovechar el tiempo, buscar desde aquí una casa y un trabajo. Ten en cuenta que mucha gente no sabe gestionarse su vida, cómo renovarse el DNI o cómo acudir a una oferta de empleo [...] para eso está la gente del Casal." José Luis destaca que es miembro de la Comunidad de la Parroquia de Santo Tomás y ha tenido suerte. La Universidad Católica de Valencia le ha becado para realizar la carrera universitaria de Educación Social que empezará en septiembre. "Aquí nunca se cierran las puertas. Todo lo contrario: se te abren."

Esa diferencia del Casal respecto a otras instituciones la describieron otros ex reclusos que prefirieron mantenerse en el anonimato. "Hay centros de acogida que te engordan durante unos meses a base de comida y vitaminas y te dejan en la calle para que te busques la vida, cuando tras tanto tiempo entre rejas no sabes como funciona la realidad", enfatizó una mujer.

Ahí radica el gran problema de la reinserción de los presos. Si el sistema falla vuelven a delinquir, o si están enfermos acaban muriendo al poco tiempo de lograr la tan ansiada libertad. En la calle En Llopis de Valencia un grupo de gente lucha para que eso no ocurra.