Los cementerios valencianos no olerán a crisantemos, rosas o claveles el próximo día de Todos los Santos. Este año la crisis económica ha afectado fuertemente al negocio de las floristerías, que han visto bajar las ventas de flores naturales ostensiblemente respecto a los años anteriores.

Los valencianos han elegido las flores artificiales para decorar las lápidas de sus seres queridos ya sea por su resistencia a las injerencias climatológicas o por su perdurabilidad en el tiempo, además de ahorrar una media de 30 euros por lápida.

Es el caso de Miguel, vecino del Cabanyal que declara haberse gastado 40 euros por centro floral artificial. Explica que este año ha elegido las flores de tela frente a las naturales porque de este modo no tiene que volver al cabo de tres o cuatro días para cambiarlas por un ramo artificial que decore la lápida de sus padres durante todo el año.

Como él, muchos valencianos están acudiendo estos días a los cementerios municipales cargados con centros florales de tela. No será hasta hoy o mañana cuando se empiecen a ver los ramos de flores frescas, con los claveles como preferidos. También se llevan este año las orquídeas, las proteas o las liatrizs, las más exóticas y vistosas.

Silvia Molla, trabajadora de la floristería Miguel Galán de Valencia, opina que "el clavel es el rey este año". Una docena de claveles nacionales cuesta entre ocho y diez euros, mientras que los claveles colombianos, los más demandados, cuestan tres o cuatro euros más por la misma cantidad. Aunque los precios se han mantenido en los últimos cinco años, pocos son los dispuestos a gastarse ese dinero en algo tan perecedero, y acuden a floristerías y tiendas de chinos a comprar un centro floral que les puede costar desde 10 a 40 euros.

Se pierden las tradiciones

La crisis y los cambios en la sociedad hacen que los ritos en la festividad de Todos los Santos varíen con el paso del tiempo. Para Molla, "la gente está más pendiente de dónde se va a ir de puente que de llevarle flores a sus muertos". Juana Olmos, de la floristería Jazmín, lleva 30 años vendiendo flores en el Cabanyal. "Antes tenía una dependienta y en estas festividades nos faltaban manos para llegar a todas las comandas". Ahora cuenta los días que le quedan hasta su jubilación dentro de dos años, sabiendo que nadie la relevará en su oficio.