Los vecinos del Complejo Iturbi, un núcleo de 294 viviendas situadas en el número 32 de la calle del mismo nombre, están acostumbrados a convivir con el tren. Desde que se compraron los pisos en los primeros años ochenta tienen asumida esta convivencia. Pero ahora les ha salido un nuevo vecino, uno muy moderno, rápido y silencioso que, sin embargo, se les ha metido prácticamente dentro de casa. Se trata del tren de alta velocidad, cuyas vías se aprietan por el único hueco que les queda y pasan a escasos cinco metros de sus viviendas. Y una vez más hay que aprender a vivir con ello, al menos hasta que se haga la nueva estación central, la de Portela, y las vías queden soterradas bajo el anhelado Parque Central. "Eso no lo veremos nosotros", pronostican algunos.

En realidad, los especialistas de ADIF no tenían muchas opciones. La estación queda a la izquierda según se entra en la ciudad y por ese lado la playa de vías se estrecha mucho cuando discurre entre el Bulevar Sur y el paso elevado de Giorgeta. El tren, por tanto, ha ocupado el único espacio que le quedaba libre, que a la altura de la calle Iturbi es muy escaso.

Vicente García y su esposa, Ángeles, lo han aceptado bien. Las obras sí les han causado molestias y ruidos, lo mismo de día que "a las tantas de la madrugada", entre semana o en domingo, pero ahora están tranquilos. "Aquí lo que realmente mete ruido son los trenes de cercanías, aunque estén más lejos. El AVE no lo oyes. Además, cuando han hecho la obra parece que lo han ajustado todo y se oye menos", cuentan asomados al balcón de un casa, un primero desde el que apenas hay cinco metros a los cables de la catenaria. Lo único que les preocupa es el efecto de tanto cable y tanta tensión. Vicente dice que "ha habido varios casos de cáncer" y andan con la mosca detrás de la oreja. Nada demostrable, admiten.

Unos pisos más allá, con el balcón también sobre el tren, vive Enrique con su familia. Él si está más alterado. Las vibraciones, en general, no del AVE exclusivamente, afectan a las casas y, según dice, "un par de puertas están agrietadas". Las obras, además, no han terminado. "Yo que termino tarde en el restaurante, llego a casa y muchas veces oigo una máquina ta, ta, ta, ta, que no me deja dormir", dice.

Su deseo, por tanto, es que las obras acaben y eso no lo ve fácil, porque "llevo 25 años viendo proyectos del parque Central y todavía no han hecho nada". Si a eso le añadimos los actuales tiempos de crisis, "posiblemente yo no lo vea", bromea.

Tampoco Vicente y Ángeles son muy optimistas respecto al Parque Central, aunque algo más sí. "Esto tardará por lo menos siete u ocho años en hacerse, pero yo creo que lo harán", dicen convencidos.