Llegó desde Bilbao y eligió una planta baja en el número 15 de la calle de la Paz, esquina a Muñoz Degrain, doscientos cincuenta metros en forma de ele, un par de escalones para acceder al interior y fachada totalmente acristalada que rompe la piedra vieja del elegante edificio en la calle señorial. Sobre el comercio, un precioso rótulo de cerámica del que después de 120 años no se ha desprendido ni un solo azulejo: La Unión Musical. Pero Ernesto Dotesio Paynter no debía saber que en aquella época el analfabetismo andaba por las aceras y la gente se fijaba más en los símbolos y las personas que en los rótulos y su exótico apellido se instaló entre el público valenciano que convirtió en "Casa Dotesio" lo que requeriría varias generaciones, transmisiones mercantiles y enseñanza primaria obligatoria para que recuperase su genuina denominación. Lo cierto es que lo suyo fue un ambicioso proyecto musical que llegó en el momento oportuno porque la historia de la música demuestra su importancia y el prestigio de los interpretes desde la más remota antigüedad y el cambio social del siglo XIX condujo su atención a una disciplina que requería la reglamentación que solo podía obtenerse si se institucionalizaba esta enseñanza.

Madrid fue la primera ciudad en dar respuesta creando su Conservatorio en 1830, siete años después lo haría Barcelona y seguidamente Valencia y Bilbao se incorporaron al proceso. La iniciativa valenciana se debió a la Real Sociedad Económica de Amigos del País que la cedieron a la Administración a partir de 1910. Hasta que la música excedió la profesionalidad y alcanzó a todos cuando los conciertos en directo, iniciados por los Beatles, la expansión discográfica y los medios de comunicación permitieron que formase parte de nuestro entorno. Pronto aparecieron alumnos a la búsqueda de la enseñanza para la que necesitaban el instrumento adecuado que el señor Dotesio les proporcionaba sin limitación. La tienda adquirió renombre, importancia y respeto. Sus encargados prestigio; y llegó la guerra civil, con ella los bombardeos y el encargado de la Unión Musical se convirtió en depositario de las llaves del refugio en el cercano parterre; en cuanto oía las sirenas echaba las persianas y, cual flautista de Hamelín, seguido de los vecinos corrían a la catacumba de los jardines.

Más de un siglo después la tienda permanece inmutable, con su pavimento de granito, las paredes que algún día fueron blancas ligeramente amarillas de tiempo. Los techos altos proyectan una luz que compite con la claridad de la calle y a lo largo de su extensa superficie se extiende el silencio de los instrumentos, guardianes de la música que espera el roce de los labios o los dedos. Pianos de cola y verticales, teclados, violines, violonchelos, saxofones, fagots, tubas, clarinetes, guitarras de todas clases, flautas y flautines, timbales, baterías, superficies para disk jokey, tudel de fagot, armónicas, triángulos, baquetas... Se nos ocurren los instrumentos menos usuales y sí, allí están todos... ¿Tanto se vende? Y el actual encargado nos asegura que la música está cada vez más presente en nuestras vidas.

Ángel Crespo es demasiado joven para comparar su imagen con la que tenemos de Dimitri Metropoulos o Lorin Maezel pero, como ellos, dirige su orquesta comercial con firme batuta y una sonrisa que permanece en las dificultades, una infinita paciencia ante las dudas, una dilatada comprensión en las explicaciones... Nos responde: la música es cultura y en los tiempos de crisis se tiende a relegarla, nos explica el esfuerzo que llevan a cabo con ofertas, bonificaciones, aplazamientos del pago para que nadie con alma de artista se vea privado de escalar por las cuerdas y teclas, de extremecerse con la percusión o expandirse en el viento. Su cliente constante es el alumno del colegio que pide flauta o guitarra; cuenta la gente joven que se siente más feliz desgranando unas notas que escuchando a toda una orquesta...

Actualmente, la Unión Musical pertenece a la firma "Adaggio" con tiendas en toda España. Ha elegido bien el nombre, palabra italiana que significa la cadencia con que se debe interpretar una partitura. Esta partitura, la valenciana, le corresponde a Ángel Crespo que conoce los tiempos, lento, allegro, vivace... y con él sus tres compañeros de trabajo que no se enfrentan a los instrumentos sino a la variable clientela que encuentra en ellos los ademanes acogedores del que sabe vender.

La Unión Musical, "allegro, molto allegro"...