A finales del siglo XVI, se extendió la herejía calvinista por Francia. Calvino era un declarado enemigo de las reliquias de los santos. En la Catedral de Vannes, desde que falleciera en aquella ciudad, se conserva los restos mortales de San Vicente Ferrer, hoy contenidos en un cofrecito en una de las capillas laterales del templo.

Por entonces, dos príncipes pretendientes a la Corona de Francia, uno católico y otro hereje, se disputaban la sucesión al trono. El católico solicitó ayuda al rey de España Felipe II, quien envió en su auxilio varios regimientos. La casualidad quiso que la tropa asignada para reforzar la guarnición de Vannes fue un Tercio integrado completamente por soldados valencianos. Enterados de que allí estaba enterrado el santo, solicitaron al rey Felipe II que pidiera al cabildo de la Catedral se les entregara para Valencia las reliquias del santo. El rey accedió y se dirigió por escrito al cabildo, en carta fechada en Valladolid el 20 de julio de 1592, en la que les encargaba "enviarme las reliquias del santo cuerpo de San Vicente Ferrer,É por la devoción que a ellas tengoÉ". Leída la carta en el cabildo, éste se resistió a obedecer. Los soldados valencianos idearon varios planes para entrar por sorpresa en la Catedral de Vannes y llevarse por la fuerza en la Catedral manu militari los huesos del santo. Vieron que eran irrealizables todas, al final determinaron una.

El biógrafo del santo Vidal y Micó, en 1735, lo explicaba así: "Los valencianos sedientos de las reliquias de su Paysano, quisieron valerse de una estratagema para conseguirlas; y fu esta; trazaron una Comedia en la plaza, a fin de que acudiendo al pueblo al festín pudieran entre tanto entrar en la Cathedral, y llevarse el CuerpoÉ". El plan llegó a oídos del cabildo y "recelándose el obispo, y el cabildo de alguna abierta violencia, entregaron la arca con el Cuerpo del Santo al Canónigo mas antiguo para que la tuviese oculta". Este las ocultó en el doble fondo de la armariada de la sacristía y quedaron a salvo, no sólo de los soldados valencianos, también del "partido de los hereges" y de las guerras internas de Francia, que duraron mucho tiempo.

Pasados los conflictos, no se tenía noticias de ellas, no quedó memoria escrita de dónde estaban, hasta que apareció un arca con huesos, que creyeron debía tratarse de los mismos, siendo expuestos a la veneración pública. Las reliquias han sido objeto de disputa entre Vannes, Valencia y los dominicos. Fue el papa Nicolás V quien reconoció su derecho a tenerlas de la Catedral de Vannes. Los dominicos intentaron que el papa Pío II derogara la Bula de Nicolás V, creándose una Comisión de Cardenales que lo dirimiera, pero el duque de Bretaña, bajo cuyo señorío estaba Vannes, logró que la Santa Sede convalidara la original y se quedara san Vicente en Vannes.