La insuficiencia de vías de evacuación seguras para los pisos más altos de muchos edificios públicos que exige la delegación de Bomberos del Ayuntamiento de Valencia ha obligado a colocar escaleras de obra y metálicas en el exterior de numerosos inmuebles de la ciudad, a fin de garantizar la existencia de vías de salida seguras para desalojar a los ocupantes en caso de incendio o catástrofe.

Este requisito innegociable para los bomberos ha generado, en ocasiones, situaciones tensas con los titulares de los edificios que, en algunos casos, se resistían a instalar salidas alternativas de emergencia por el coste de la obra o las afecciones estéticas.

Sin embargo, la última palabra es la de la Unidad de Bomberos, que para eso es la responsable de las maniobras de seguridad, por lo que en la ciudad se han propagado en los últimos años añadidos con forma de escalera que son la póliza de seguridad necesaria para hacer frente a un fuego imprevisto, un seísmo o cualquier accidente repentino.

Los edificios gemelos de la Confederación Hidrográfica del Júcar y de la Conselleria de Infraestructuras, ubicados en la avenida Blasco Ibáñez de Valencia, fueron dos de los que tuvieron que añadir escaleras exteriores que recaen a la plaza del Rastro.

Edificios sanitarios también han tenido que cumplir las requisitorias por la unidad de Bomberos e instalar desde los pisos más elevados el necesario equipamiento de salida para facilitar la evacuación de los internados, como ocurrió en el Clínico que, por cierto ha sufrido varios incendios, y el Doctor Peset.

Más polémica suscitó el Museo Príncipe Felipe del arquitecto Santiago Calatrava que, a mediados de 1999 y con el esqueleto del edificio a medio hacer, vio modificado su aspecto para añadir dos escaleras gigantescas a ambos extremos del edificio para adecuarlo a la normativa contra incendios del Ayuntamiento de Valencia y poder evacuar la tercera planta.

Calatrava se tuvo que conformarse con diseñar las escaleras para mantener el orden estético.