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La mirada del sábado

Capillanía general (y III)

Capillanía general (y III)

Mi curiosidad por el devenir de los tiempos en el que la historia transforma azarosamente los espacios me lleva a la calle Trinitarios y en ella me detengo ante la severa y sobria edificación, convertida en la actualidad en facultad de Teología. No escucho la precisión de esa enseñanza dogmática. Su pasado me transporta a los tiempos remotos de 1599, cuando fue palacio de los condes del Real. Allí se celebró un banquete con motivo de los fastuosos esponsales de Felipe III con Margarita de Austria que los valencianos pagamos y nos arruinamos, como tantas ocasiones, Copa América, Fórmula Uno, el Open 500 ATP? Mi pensamiento divaga turbado.

Este edificio me sumerge en un laberinto de sucesos que vienen y van. Tras la expulsión de los jesuitas, de lo que fue su casa profesa, el arzobispo Fabián y Fuero creó el Seminario Conciliar, llamado así por haberlo dispuesto el Concilio de Trento, clausurado y cerrado por la ocupación francesa; poco tiempo después, por real decreto, vuelve la Compañía de Jesús y más adelante otra vez Seminario. ¡Las campanas suenan a rebato!

Los lunes de San Nicolás que tienen lugar en el templo que Jaime I dona a la orden de predicadores y que nace del misticismo, se vuelven puro surrealismo cuando para alcanzar la gracia, hay que ir tres lunes seguidos a la iglesia en silencio desde que se sale de casa hasta terminar la visita. La campana de la torre medieval tañe rancia, como en los tiempos que recuerdan la corte de los milagros.

El atardecer con sus colores rosáceos, malvas y azules, envuelve la torre de Santa Catalina. Una de las mejores torres del barroco que se perfila serena sobre la ciudad. Quiero imaginar, en esa gótica iglesia, las asambleas de la ciencia liberadora y los torneos de los trovadores en loor de la Virgen; las anónimas sesiones de poetas de la Academia de los Nocturnos, entre los que se encontraban, Guillem de Castro y Timoneda. Quiero imaginar?

Valencia me sorprende cada día; desgraciadamente muchas veces para mal, por eso trato de investigar la historia de sus monumentos y vago entre sus calles, aunque pensándolo bien, cualquier tiempo pasado no fue mejor.

La Iglesia del Temple con su alborotado acontecer y sus contundentes torres es la puerta que abre Capillanía General, me magnetiza, acontecen cambios de poderes entre distintas órdenes de caballeros. En el Repartiment, el Conquistador adjudica la torre de Ali-Bufat y unas casas contiguas, junto a la puerta de Bab al-Sakhar, a los caballeros templarios por su servicio prestado en la conquista de Valencia. La orden del Temple consiguió un poder tan incalculable que empezó a ser temida por los reyes y Clemente V la suprime en 1312. Al ser disuelta dicha orden, la orden de Montesa, hereda la capilla y la casa en 1317, pero cuando el terremoto de 1748 destruye su sede, el castillo de Montesa, Fernando VI dispone la construcción de un nuevo y monumental edificio en el antiguo temple concluido por Carlos III y donado a la orden Montesina.

Capillanía General guarda entre sus piedras huellas de nuestro pasado, con sus misteriosos secretos y leyendas que a medida que nos adentramos en su historia comprendemos más a esta ciudad que, de tanto amarla, a veces, la odiamos.

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