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Cañas y barro

El tiempo y la razón

El tiempo y la razón

El paso del tiempo ha vuelto a sorprenderme. Cuando hace unos días leía una información sobre el descenso de la afluencia de personas necesitadas a la sede de la Asociación Valenciana de la Caridad tuve que contar los años que habían pasado desde aquellos difíciles momentos. Como asegura Antonio Casanova, presidente de dicha institución, el 2009 fue el más duro. ¡Seis años han pasado! Pero como se ha demostrado, no en vano. Recuerdo aquellos días de reuniones, de búsqueda de soluciones entre técnicos, políticos y representantes de organizaciones. Recuerdo incluso la llamada del «New York Times» y la entrevista que nos hizo a Casanova y a mí uno de sus periodistas en la sede de la Petxina. Y es que el mundo no se podía creer lo que estaba pasando en España, en Valencia.

Eran esos momentos en los que las necesidades desbordaban cualquier servicio asistencial mientras el presidente del Gobierno nos situaba en la Champions. En que los ayuntamientos pedíamos ayudas para dar de comer a familias enteras y el gobierno central nos obligaba a gastar el dinero público en construir aceras, eso sí, con grandes carteles en los que se concretaba que el dinero venía del Estado. Fueron tiempos difíciles pero de mucha unión, de mucho sentido común y ahora se ve.

Nos llamaron de todo: cenizos, agoreros, fatídicos. Pensaban que utilizábamos la palabra crisis como baza política. Pero llegó. Con toda su fuerza, con su peso de losa que todo lo destruye y paraliza. Llegó y entonces nos buscaron. Y entonces el Partido Popular tuvo que remangarse y coger al toro por los cuernos. Consciente de las cornadas y los atropellos que sufriría. Y hubo que asistir al enfermo moribundo, cortar por lo sano y frenar la hemorragia. Y ahora, como era de esperar, el tiempo nos da la razón. Pero la política, muchas veces, no atiende a razones. Las heridas eran tan grandes y la enfermedad tan devastadora que ahora, ya en planta, fuera de la UCI, el enfermo se ha dejado llevar por las opiniones de las visitas, esas que todo lo saben, esas que pueden ser a la vez seleccionadores nacionales y cirujanos. El enfermo está todavía dolido, convaleciente y mira la huella de sus cicatrices con recelo. Pero no es consciente de la gravedad con la que llegó a urgencias.

Yo, por mi parte, me siento satisfecha. Satisfecha porque hicimos mucho y bueno. Y estos datos de la Asociación Valenciana de la Caridad son la muestra de que estamos a punto de recibir el alta, que ya damos paseos y no necesitamos respiración asistida. Pero, a pesar de todo, la operación ha sido un éxito. Felicito a Casa Caridad y a la sociedad valenciana en general por todo lo que ha hecho, por su generosidad. El panorama va cambiando hacia la normalidad, el perfil del usuario de los servicios sociales también. Es el momento de sacar adelante los proyectos que la crisis aparcó como ese nuevo centro de Benicalap donde podrán acogerse a familias enteras, cosa que antes era muy difícil. Allí además se cumplirán uno de nuestros grandes sueños, un lugar donde cuidar a las personas que reciben el alta en un hospital pero no tienen a nadie que los atienda en su convalecencia. Gracias al tiempo, por darnos la razón.

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