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Celebraciones

Celebraciones

En la aldea estamos en fiestas. Las típicas fiestas de verano en las que todo el que tiene alguna vinculación con el pueblo vuelve a pasar unos días. Los veinte habitantes se convierten en doscientos. Cenas de hermandad, procesiones, bailes, concurso de lanzamiento de huesos de oliva y un extenso programa para durante cuatro días olvidar las facturas, la hipoteca, a los jefes o la falta de ellos y compartir diversión. La mayoría no se ven durante el resto del año, cada uno vive en una ciudad distinta pero llegan estos días y retoman la relación en el mismo punto en que la dejaron el año pasado. Todo el pueblo participa, tiene que ser así ya que la comisión tiene programado un bingo a las dos de la mañana y la orquesta no empieza hasta las cuatro, y lo hacen con alegría. Siempre me ha llamado la atención esa conexión de la gente con las celebraciones de su pueblo, nunca he tenido pueblo, ni chalet, ni tan sólo apartamento, así que las fiestas de mi pueblo son las fallas, que es lo mismo pero a lo grande. Aquí no hay festeros, ni clavarios, ni reina de las fiestas, ni falta que hace. Es todo mucho más natural, lo importante es estar juntos año tras año. A pesar de la vorágine festiva he tenido tiempo esta semana para acordarme de un cumpleaños muy especial. Radio La Colifata cumple 24 años. Tengo que felicitarlos porque cuando ya llevaba recorrida la mitad del camino de la vida me enseñaron cómo vivirla. Todos los sábados, en los jardines del hospital psiquiátrico Borda, los colifatos se reúnen para hacer radio. Para quien no conozca el hospital, os recomiendo el documental de mi querida profesora Carmen Garini, «Hospital Borda, un llamado a la razón» que refleja la situación del centro en la época en la que se creó la radio. El proyecto partió de un estudiante de psicología, Alfredo Olivera, que observó como ante una enfermedad mental lo primero que se pierde y lo que más cuesta de recuperar es la comunicación. Les ofreció las herramientas para hacerlo, para comunicarse con el mundo, con «los del otro lado del muro». Colifato es una manera cariñosa de decir loco. Los sábados por la tarde puedes ir allí, siempre hay alguna silla esperándote, y te unes al grupo, eres uno más. Los internos y ex internos, que son los que llevan la programación, no te preguntan quién eres o en qué trabajas o qué tienes, simplemente te admiten como uno más. Cuando ves que en ese rincón del mundo no existen los prejuicios te tragas los tuyos. Te hablan de los sueños, de poesía, de música, de la vida, de lo que sea, lo importante es hablar, conectar, establecer puentes. A pesar de tener nada, se ayudan entre ellos y aún les quedan ganas y corazón para ayudar a todo aquel que lo necesita poniendo en marcha multitud de proyectos solidarios. Y juegan al truco, versión argentina de nuestro truc. Uno de ellos, Julio, el reportero que se encarga de las visitas, me comentó que si le tocara la lotería lo que haría sería reformar el Borda y hacer una bonita emisora de radio para La Colifata. Y ves que no hay nada más. Y se te van las tonterías. Y antepones las personas a cualquier otra cosa. Así que muchas felicidades a todos los que forman esa mágica radio y a los que alguna vez la han compartido con ellos. Yo, desde entonces, soy colifata.

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