Valencia se hizo grande a finales del siglo XIX a costa de los pueblos limítrofes que cuidaban de su huerta o su costa. Ganó mucho más que unas tierras, incorporando a sus gentes, sus tradiciones, costumbres y saberes que enriquecieron de manera extraordinaria al cap i casal. Patraix, pese a compartir todo eso con la ciudad, ha sabido conservar parte de su identidad, con unas fiestas propias y un casco histórico del que se sienten muy orgullosos los vecinos del barrio.
La calle de l'Alcúdia es, junto a la plaza de Patraix, uno de los grandes tesoros del barrio y de la ciudad. En su trama resisten vestigios del medievo, con tres casas que conservan algunos elementos arquitectónicos propios de la época , y que se unen a las tradicionales viviendas de planta valenciana que fueron configurándose siglos más tarde a su alrededor.
La calle de l'Alcúdia, junto a la del Marqués d'Elx, forman un conjunto que nos sumerge al pasado y que nos permite entender la particularidad y la fuerte identidad de este barrio. Su peatonalización demuestra que este tipo de acciones no solo ayudan a conservar mejor sus atractivos, sino que potencian el uso social de los espacios públicos y mejoran la calidad de vida del barrio.
La industrialización también tuvo una importante fuerza en Patraix, como han dejado como testimonio para la historia algunas chimeneas. Sin embargo, todavía quedan pendientes por resolver vicios del pasado, cuando las fábricas se confundieron con la trama urbanística y lastraron el futuro desarrollo. Un buen ejemplo de ello es la calle Francisco Tormo, que todavía cuenta con importantes tramos de la vía pública sin asfaltar, algo aprovechado por algunos vecinos para aparcar sus vehículos. La asociación vecinal de Patraix no cesa en su empeño de reclamarle al Ayuntamiento de Valencia que solucione el problema de esta calle, junto al tapón urbanístico de Pablo Meléndez. Una actuación conjunta revitalizaría el barrio y saldaría una importante deuda con los vecinos.
