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Un panorama incierto

Un panorama incierto

Valencia siempre ha sido plaza importante y territorio de referencia a la hora de buscar votos y estrategias electorales. Tradicionalmente, se ha tratado de transmitir fuerza y contundencia a través de los mítines durante las campañas electorales, una manera de medir el contacto con la calle junto a las encuestas. Esta vez se han invertido los papeles. Los partidos tradicionales huyendo de sus grandes actos, aquellos donde su objetivo era llenar estadios y plazas de toros, y los emergentes, todo lo contrario, buscando demostrar esa fuerza y unión a través de baños de masas que pudieran impresionar todavía más las retinas de los electores indecisos.

Mientras el pasado viernes la Fonteta se quedaba corta para acoger a los más de diez mil simpatizantes de la nueva izquierda a la que se sumaba Compromís, un símbolo del PP de los últimos veinte años, La Ciudad de Las Artes, acogía a no más de cinco mil personas arropando a Mariano Rajoy. Estrategia controlada, muy lejos de los números de sus adversarios, y mucho más de aquellas aglomeraciones que provocaban en sus años dorados. Venían huyendo, decían, de todo aquello, para mostrarse más cercanos y pequeños que nunca, más modestos y accesibles.

Auguraba la confrontación de imágenes mejor suerte en los resultados para unos que para otros, pero, como suele pasar en este país, no fue así. Lo tradicional resiste y todo ha quedado más igualado de lo esperado. Así ha sido en Valencia, donde sube el PP y sigue bajando el PSOE. No es casualidad que algunos partidos elijan la ciudad para cerrar campañas (PP y Podemos el 18 de diciembre), y otros, como el PSOE, la escojan como ejemplo de fuerza y contundencia de cara a la opinión pública. Así lo hicieron en La Fonteta, con llenazo en toda regla el pasado 12 de diciembre.

Los electores ya no piensan como antes, y demuestran que estos ejercicios en forma de mítines no son un baremo que sirvan de referencia a la hora dilucidar el voto del ciudadano. Pese a su llenazo, el partido de Pedro Sánchez sigue en caída libre y la nueva fuerza de la izquierda no ha conseguido sobrepasar al PP, que resiste y resiste los continuos envites mientras sigue cayendo en votos, curiosamente con el mitin menos multitudinario de los últimos años. La noticia, sin duda, es esa resistencia a pesar de los elementos, de las circunstancias y de la regeneración interna a la que se ve obligado el partido tras la tarifa plana de escándalos que nos han brindado estos últimos años.

Si atendemos a los grandes números, se habla de decepción. Se esperaba más de las fuerzas emergentes y menos de los colosos de siempre. Si miramos en corto, las cosas han cambiado más de lo que imaginamos. La nueva izquierda se ha impuesto claramente a la nueva derecha, y los partidos de siempre siguen bajando. Los socialistas, de hecho, ya son segunda fuerza política de la izquierda en Valencia. Ciudadanos, la gran decepción, tendrá que empezar por las aldeas si quiere de verdad conseguir los objetivos tan realistas,, según su criterio, que se marcaban. Ahora nos esperan semanas de incertidumbre, un país de arenas movedizas, con tanta pluralidad en el Congreso que vaticina poco entendimiento. Unas semanas donde todos, políticos y ciudadanos, nos jugamos mucho. Nadie sabe qué pasará en el futuro. Lo único claro que se respira en el ambiente es que, para ser más justos y democráticos, hay que cambiar la ley electoral.

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