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Los herederos de «Prometeo»

Los nietos de Carceller

«El Nadir» mantiene la tradición de las famosas editoras que llenaron Valencia a principios del siglo XX

Blas Parra y René Parra mantienen ambos el amor por la literatura. levante-emv

­El nuevo ayuntamiento anunció que la avenida Barón de Cárcer sería rebautizada como Vicent Miquel Carceller en honor al escritor y editor fusilado en Paterna en 1940. Pasan los meses y esta medida no se concreta, pese a que la humilde editorial Nadir ha publicado una profusa biografía del personaje firmada por Antonio Laguna donde se evidencian los sólidos méritos del promotor cultural valencianista más resuelto de la primera mitad del siglo XX. «La Traca» fue su creación más exitosa, y quizás más desconocida, pues a pesar de haber conseguido tiradas de más de medio millón de ejemplares en un país dominado por el analfabetismo, no existe ninguna colección completa en ninguna biblioteca de España. Pero hubo más iniciativas, como «El Conte del Dumenche» „que ahora recupera Levante-EMV bajo el tutelaje de Bromera„, o «Nostre teatre», o «El Clarín». Por no recordar que Carceller fue el fundador de una «Editorial Prensa Valenciana» en los años veinte, nombre que muchos años después recuperarían los editores de este periódico.

«Carceller» y «Prometeo» fueron los grandes sellos históricos de la edición valenciana. Luego vino la vorágine creativa durante la transición y, poco a poco, la gran debacle del papel impreso. Ya no quedan grandes editoras en nuestra ciudad. Podríamos observarlas con una lupa, como en la página de presentación de los álbumes de Asterix, donde una tribu resiste los estragos de la invasión. Precisamente la editorial más carismática que sobrevive es El Nadir, con más de veinte años a sus espaldas y con un inesperado relevo generacional. «Nadir», arabismo que señala el punto opuesto al zénit, marca también literariamente el punto más bajo de la epopeya del héroe.

Desde este esplendor de la derrota se gestó una asociación cultural que a los tres años se ajustó como editorial. Sus promotores eran Jorge Beltrán, Carmen Botello, Alberto Sala y Blas Parra. Buscaron literaturas difíciles, nunca antes traducidas al español, y autores desconocidos en estos lares: Yannis Maris, Xavier Marmier, Winifret Holtby, Thorne Smidth, Rene Clevel, Pavel Dan, Nora Iuga, Leonid Andreiev, Anton Holbant, Erika y Klaus Mann y un largo etcétera. Con este seguicio de malditos lo normal hubiera sido un barco naufragado rápidamente, pero contra todo pronóstico y razón la casa se mantiene en pie, con una apertura interesante hacía la literatura dibujada cuando René Parra entra en el tinglado.

Blas Parra, escritor nacido en Valencia en 1948, salvaguardó su independencia gracias a un puesto funcionarial municipal tras licenciarse en Derecho. Promovió exposiciones, hizo incursiones artísticas y fue el último capitán que quedó en la nave Nadir con el paso del tiempo. Entonces sobrevino el milagro. Normalmente los hijos se apartan de las labores paternas e incluso las desprecian. Pero Blas tuvo la increíble fortuna de concebir dos hijos: Emma y René, que han valorado positivamente los tesoros de la editorial doméstica.

René Parra, nacido en Valencia en 1989, estudió Bellas Artes y cumplimentó su beca Erasmus en Angouleme, la ciudad europea del cómic. Sus estudios en la Escuela Superior de la Imagen le dieron una perspectiva europea para iniciar un sello editorial propio «Inefable tebeos» incardinado en la trayectoria «rarística» del Nadir. A lo que fue narrativa de ciencia ficción, novela negra, gótica, vanguardista o sudamericana, se sumó una línea de cómic también inédita en España. Lo que nadie se había atrevido a publicar aquí, René lo materializó: Caran D'Ache; Oskar Andersson; Rodolf Töpffer... A su empeño se unieron varios compañeros de la facultad: César Sebastián, Adrián Bago González y Víctor Puchalsky. Tuve oportunidad de verlos juntos en la feria Tenderete que organizó Las Naves bajo el impulso de Guillermo Arazo, ese otro artífice de milagros nunca suficientemente ponderado, presentándomelos el super-friki valenciano del cómic Carlos Climen.

Gracias a aquel encuentro investigué en las ramas de este arbol nadileño que nos recuperó a Vicent Miquel Carceller y encontré una obra que nunca debiera ser olvidada: «Historia de la buena funcionaria y sus crueles perseguidores», firmada por Berenice Díaz. Esta joya narra la transición política en el Ayuntamiento de Valencia desde la desvencijada etapa franquista de Ramón Izquierdo hasta el esplendor áureo del Partido Popular, pasando por la etapa izquierdista o los vesánicos tiempos de Unión Valenciana. Aunque pasó sin pena ni gloria, como todo lo que vale la pena en esta ciudad, el libro relata el abuso urbanístico infinito, el expolio de la Huerta, la destrucción de la fachada litoral, la proliferación de macroedificios absurdos sin reparar en precios, todo ello con el tejemaneje administrativo de documentos inútiles, facturas falsas, fundaciones supuestamente públicas, permutas enmascaradoras de negocios millonarios y auditorías trastocadas para dar apariencia de honorabilidad. Cada grupo protagoniza su propio desembarco, con el consiguiente anclaje de funcionarios afines y reparto de prebendas con cargo al erario común. Los nombres se adornan, pero son fácilmente reconocibles; incluso se permite el juego de adjuntar caricaturas fidedignas, con lo que se recupera el espíritu gráfico de aquella «Traca» que denunciaba y se burlaba de todo lo oficial.

Transcurridas tantas décadas desde la desaparición del «estilo Carceller» es una grata alegría que sus nietos ideológicos e idealistas, agrupados en esta editorial minoritaria y dignísima, nos permitan conservar un espacio transparente de libertad. Señores literatos: la realidad les está superando. Escriban ustedes y publiquen, para que nadie olvide las corrupciones, vergüenzas y humillaciones de nuestra desgraciada ciudad y reino.

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