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Las bicicletas no son para las aceras

Las bicicletas no son para las aceras

La bicicleta en la ciudad. Un concepto que gusta y sienta bien sin reproches, sin peros ni réplicas. Un medio de transporte que lo tiene casi todo. Reducción de la contaminación acústica y de la polución, fomento de lo saludable o ahorro de combustible son algunas de sus ventajas para quien la utiliza y en algunos casos para su entorno. Valencia, con los años, ha ido sumando ciudadanos que ya la conciben como su medio habitual. Aunque estemos muy lejos de ciudades punteras europeas, es algo a celebrar. La aparición de un servicio público (pese a sus carencias) de recogida y devolución ha ayudado a su fomento. También el desarrollo de carril bici en algunas partes de la ciudad, aunque el desequilibrio de unas con respecto a otras todavía es evidente. Es mucha la gente que hace uso correcto de este medio de transporte, pero todavía hay quienes la utilizan mal perjudicando a los peatones y poniéndolos en riesgo. Es como todo: tenemos grandes herramientas a nuestro alcance y solemos pifiarla con nuestras interpretaciones a la hora de utilizarlas.

Cada vez es más elevada la cantidad de usuarios que invaden la acera como un peatón más, con el único objetivo de llegar al destino lo antes posible por el mismo camino que lo hacen los viandantes, provocando situaciones que pueden acabar siendo peligrosas y muy inseguras. Hace unos días, caminando por la acera de la avenida Tres Forques en dirección hacia Archiduque Carlos, dos adolescentes con sus bicicletas pasaron a toda velocidad, cada uno por un lado, sin ser conscientes (o quizás sí) de que un movimiento brusco por mi parte o el de otro peatón hubiera podido desembocar en una situación realmente desagradable y dolorosa para todos.

Otro conflicto evidente llega en los pasos de peatones, concebidos desde su génesis para eso mismo. Su propio nombre lo indica. La velocidad a la que circula una bicicleta que proviene de la acera en el momento del paso por uno de ellos limita la visibilidad de un conductor en un turismo. Y vuelve a ser peligroso. Pero cada vez es más habitual este camino, y muchos de estos usuarios, con sus gestos pasivos cuando ocurre algo así, parecen no ser conscientes y no importarles su propio riesgo.

A muchos les asusta y ven con distancia y cierto respeto sumarse, como uno más, al resto de vehículos que utilizan la vía. Por la agresividad de la conducción en la ciudad o por la vulnerabilidad a la que se expone un ciclista con respecto al resto de conductores en zona muy cargada de tráfico y abierta, donde a los turismos se añaden autobuses de línea y privados. Planea la duda de si los que conducen un coche están o no acostumbrados a convivir en la vía con elementos como las bicis y quienes las dirigen, lo que lleva a no atreverse a ser un conductor más. Si a veces, entre turismos cuesta ponerse de acuerdo a la hora de interpretar el sentido y uso de los carriles en una rotonda, la cosa ya se complica si sumamos bicicletas a la situación.

El uso de este medio en la ciudad es todo un logro, teniendo en cuenta las dificultades por su vulnerabilidad. Valencia tiene los mimbres para que se consolide, pero debemos meternos en la cabeza que en el mismo momento en el que decidimos utilizar una bicicleta es para hacerlo de forma correcta y por la vía adecuada, como el resto de vehículos, aunque conlleve sus riesgos. De conseguirlo, será una gran victoria del civismo y del sentido común.

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