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La trastienda

Por derecho propio

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Recuerdo perfectamente la mañana en la que presentábamos, hace ya unos años, la Plataforma Valenciana X la Cultura en el hall del Teatro Olympia. Después del turno de preguntas, una de las máximas responsables del recinto lanzó una afirmación tan reflexiva como rotunda. Venía a decir que lo que no se había conseguido en veinte años se había logrado en menos de una semana. La cultura valenciana no había estado tan unida como en aquellos días. Por unos u otros motivos, por razones de mayor o menor peso, los diferentes gremios del sector no conseguían ponerse de acuerdo ni para tomarse un café. Así de literal fue la frase. Dura y contundente. Galeristas, músicos, guionistas, trabajadores del audiovisual, actores y un sinfín de disciplinas consiguieron una unión que empezaba a resultar incómoda para quienes gobernaban.

El motivo del encuentro, la delirante noticia de la subida del IVA cultural, lanzó a todas y cada una de ellas a ponerse firme y unirse en tromba contra una decisión de ese calibre. Durante las primeras semanas, la expectación en la opinión pública crecía, pero la complejidad de la entidad en sí terminó por difuminarla.

Hace unos días un buen número de músicos se reunían con el fin de buscar puntos de encuentro que permitiera construir y constituir una asociación, un punto de encuentro. Los intentos previos años atrás no arrojaban demasiada esperanza, pero el mero hecho del encuentro ya implica una lectura muy positiva del gesto.

Una vez más las redes sociales muestran su claro poder de convocatoria y difusión. Porque controversia ha habido y habrá, sobre todo ahora que vuelve a asomar el fantasma de la identidad y del idioma, hasta el punto que aquellos que componen y publican música en valencià parecen estar mejor posicionados que el resto. Algunos iconos de la misma reflexionaban sobre el cartel del acto convocado y celebrado por Acció Cultural del País Valencià el pasado 23 de abril. Un evento privado con mucho de simbólico que removió a buena parte del sector por varios motivos. No solo porque hubiera únicamente intérpretes en valencià, algo comprensible por la filosofía del acto. Más bien por las pocas ganas de renovación y modernización que se intuyen a la hora de confeccionar el propio cartel.

Igual que se critica la ranciedad y escasez que proyecta la derecha en sus políticas culturales, puede hacerse con la poca vista en la evolución de quienes entienden la música en valencià como un concepto acotado y concreto. Respetable, por supuesto, pero para muchos hoy este tipo de género abarca muchos más abanicos y colores.

A pesar de ello y del debate generado en Internet entre actores importantes del sector, la necesidad de unión en pro de un futuro más digno llevó a los músicos a la reunión de la pasada semana, un primer paso muy necesario para poder convertirse en entidad jurídica y pelear, por ejemplo, por un acercamiento de posturas en cuanto a la necesidad de relajar las imposiciones legales que imposibilitan a los locales ofrecer música en directo con más naturalidad y sencillez.

Veremos finalmente qué ocurre, pero como pasó con la plataforma, las características del contexto obligaban a ponerse de acuerdo para no sentirse ninguneado y pisoteado. Actos como el de la Plaza de Toros parecían no ayudar al entendimiento, pero la necesidad y los motivos son tan grandes que al menos han generado un encuentro. Ojalá no sea el único.

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