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Compromiso lingüístico

Vagabundo con raíces

Cristófor Martí se define como nacionalista valenciano de izquierdas - Aunque siempre había hablado valenciano, no fue una reivindicación vital hasta alcanzar una edad avanzada

Vagabundo con raíces

Cristòfol Martí Adell es un intelectual profundamente comprometido con su país. Es un hombre del norte, profundamente del norte. Nació en l'Horta Nord, en la Partida de Vera donde sus ancestros cultivaban tierras desde tiempos inmemoriales. Estudió más al norte, en el Seminario de Moncada, cuando culminó el bachiller pensando en consagrarse sacerdote. Emigró al Norte, a Alemania, cuando la enfermedad de su padre le impelió, como hijo mayor, a ganar dinero para salvar la economía de la familia. Vivió en el Norte, cuando se trasladó a Francia para ser profesor de alemán. Entró como funcionario en el Norte, obteniendo su primera plaza de profesor de instituto en Bilbao. Se doctoró en el Norte, desarrollando una tesis doctoral que tenía como fundamento la Provenza, y las relaciones entre Frederic Mistral y Teodor Llorente.

Incluso cuando pudo incorporarse como profesor de instituto trazó una curiosa ruta desde el Norte a la Ciudad de Valencia: primero entró en el instituto del Puerto de Sagunto que él mismo denominó «Camp de Morvedre». Después en los institutos de Massamagrell y Meliana, hasta llegar al instituto del Grao de Valencia que se bautizó como «Distrito Marítimo». Él mismo fue a Manises en compañía de otro profesor para comprar los azulejos de la entrada, y decidieron de motu propio, como se hacen las grandes revoluciones, encargar el rótulo en valenciano y no en castellano. Queda la anécdota de que primero hicieron escribir «Distrit Marítim» y luego los puristas del departamento lo corrigieron por «Districte Marítim».

Y es que la pasión por la lengua propia le nació a Cristòfol Martí a una edad ya avanzada. El valenciano había sido su idioma durante toda su vida, pero nunca se lo había planteado como una reivindicación vital hasta que las circunstancias se lo exigieron.

Cristòfol nació el 10 de agosto de 1940. Era un «"Leo" de la posguerra». Su madre le puso el nombre en honor al patrón de Alboraia. Durante la guerra civil los milicianos habían intentado derribar en diversas ocasiones aquella impresionante escultura que coronaba el templo de la población. Pero por muchas fuerzas que habían desplegado, no lo habían conseguido. Durante toda la contienda había permanecido allá arriba, mostrando una resistencia inusitada.

Amparo Adell Lliso, la madre de Cristòfol, miraba aquella imagen que se erguía en el horizonte, en la lejanía, y rezaba silenciosamente. Se había casado con un labrador acomodado, Josep Vicent Martí Carsí, que en el año 1925 había recibido las dieciocho hanegadas de huerta de su padre, compartidas con su hermano. Era una mujer profundamente católica, que en aquellos tiempos bélicos y atribulados había acogido secretamente a un sacerdote en su alquería, don Toribio Sellés Calvo, nacido en Beniarrés y rector de Castalla durante varias décadas, quien había confeccionado una impresionante colección de fotografías que hoy son patrimonio etnográfico de la comarca.

Ya en su juventud Cristòfol empezó a redactar una novela que algún día culminará. Pero de esa vocación literaria han nacido más de 38 libros que todos tienen como denominador común la cultura propia. Cuando este maestro llegó a Valencia, en la Conselleria de Educación estaba Amparo Cabanes. No había libros en valenciano, porque los que se podían usar, a juicio de la Consellera, estaban en catalán. Vicent Salvador, director del instituto de Massamagrell, recurrió a él para que en todos los cursos pudiera impartirse lengua autóctona, y Cristòfol propuso elaborar una fichas de las que nacerían sus primeros libros: «Les nostres endevinalles», «Contes Populars», «Travallengua», «Contes de l'Horta»... después vinieron volúmenes más sarcásticos como «Mamífers i mamons» o «La Vera Fortuna de J. Xarpa». Finalmente presentó su libro «Compromís social i polític» donde se manifiesta como nacionalista valenciano de izquierdas.

En el año 1996 asistió a la Fiesta del «Santo Stelo» en Aix-en-Provence. Se maravilló de ver todos los edificios decorados con banderas cuatribarradas, pese al duro centralismo que reina en Francia. Solicitó una de aquellas banderas y se la trajo como recuerdo a su magnífica casa de pueblo, que es un auténtico museo. Entre otras cosas guarda el legado final de un escultor muy desconocido, Felipe Panach, todo un maestro de la anatomía humana. Al fallecer este artista Cristòfol compró la obra de su taller y ahora la guarda allí junto a una colección de vasijas iberas y piezas valencianas de la época árabe.

Cristòfol defiende la «unitat de la llengua» y está muy disconforme con lo que le ha ocurrido con su último libro, «El gos invisible». El grupo EDB, editorial catalana con sede en Barcelona, editó este libro en catalán y después publicó una edición adaptada al valenciano, para poder venderlo mejor. Se consuela comprobando que también hubo edición castellana y edición mexicana con sus correspondientes diferencias.

Desde su jubilación, Martí Adell se dedica a la agricultura y a la literatura, sin olvidar sus pinitos en el arte, pues fue profesor de manualidades y le encanta tallar y modelar. Es un sabio de la Huerta que sueña con esos mundos honestos donde la paz y el diálogo sean motor del progreso. Viajó mucho. Aprendió los principales idiomas de Europa. Pero fue un vagabundo con raíces. Su casa pairal, un auténtico museo, así lo demuestra.

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