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El paraíso invadido

El paraíso invadido

Escribo desde ese pueblo donde la arena se convirtió en cemento; desde donde P. Burguera enviaba sus incomparables artículos, desde donde el Maestro Serrano dijo: «toda mi obra, se la debo a El Perelló». El Perelló, siempre existió selvático, con vientos de la mar y de l´Albufera. Según restos arqueológicos, los habitantes de la prehistoria se beneficiaron de sus recursos naturales, la caza y pesca. Existen cerámicas iberas que hacen alusión a ello. Dicen que en la Muntanyeta dels Sants aparecieron indicios de un templo romano dedicado a Ceres, diosa de la agricultura. Los orígenes de El Perelló se sitúan hacia 1821 cuando se cree que fueron construidas las primeras viviendas: barracas de gente que vivía de la naturaleza: la pesca de redes, cañas y caza de aves acuáticas. Cultivaban una tierra virgen donde plantaron alimentos básicos; los melones de piel de «granota» y más adelante los famosos tomates.Cuentan que el barón de Cortes, gran aficionado a la pesca, construyó por 1880 la primera casa y en 1885 el director de «La Traca» M. Lluch, la segunda. Dirigía un semanario en valenciano de humor satírico y toque costumbrista, con el subtítulo «Revista pa la chent de tro» . Tuvo siete suspensiones y él€ en la cárcel.Empezaron a llegar los primeros veraneantes de Sueca y Valencia, que se mezclaron con los nativos. La calle vetada a los niños de ciudad, era terreno conquistado€Libertad; pertenecer a la arena y al agua. Los mayores hablaban de pesca y caza o cosechas y política. La calle se convertía en terreno de todos. Se comía, charlaba, tomaba la siesta en ella. Dicen que el barón de Ruaya se hacía poner una piel de borrego al revés para estar más fresco durante la siesta y en las noches cálidas algunos sacaban los colchones y dormían a la «fresca». Era retornar a lo que el ser humano tiene de primitivo. El barón decía que donde entra la civilización, se termina la diversión.Los campos se extendían hasta les Palmeretes: se construyeron casas de verano: «la estilográfica», promovidas por funcionarios del Ayuntamiento de Sueca€ Otro grupo por su forma era llamado: «el tranvía» Las moles de cemento robaron terreno a los melones de piel de «granota». Los caballos dejaron de arar y los hombres de luchar de sol a sol€Por sus tierras les pusieron dinero en mano y, como ocurrió en casi toda la costa, llegaron las compañías constructoras con alma de cemento, sin ética ni estética. Conocedoras solo de máquinas calculadoras. Construyeron horribles edificios sin orden ni armonía. Al otro lado del «Pantá» un enorme edificio en primera línea, propiedad de la Comandancia de Marina, fue de los primeros en destrozar ese lado de costa€ Se concedían permisos «gratuitamente» y el dinero pasaba de mano en mano.Queda el callejón que atraviesa el pueblo protegiéndolo del viento. Desaparecieron acacias y pinos. Queda la iglesia de1898 edificada con donaciones de los vecinos y el terreno donado por el Barón de Ruaya. Para oír misa, los feligreses tenían que desplazarse en barca hasta El Palmar.Fueron llegando familias de Valencia, quienes encontraban un cómodo verano de playa y paseos en barquet por l´Albufera.Queda el casino; los chasquidos de la fichas de dominó contra el mármol reconfortan la memoria invadida.

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