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«Cases de poble» en derribo

El Saranyó, un enclave enigmátigo

Se trata de un grupo de edificaciones rurales en Ruzafa cuya zona fácilmente se podría peatonalizar, como en Campanar

El Saranyó, un enclave enigmátigo

Esta semana unos antiguos edificios del barrio del Saranyó están siendo hundidos. El ayuntamiento actual prometió proteger los lugares históricos de la ciudad de Valencia, pero se continúan dando licencias de derribo que destruyen la trama tradicional. En este caso concreto, el nombre ya se perdió hace muchos años y seguramente ni los propios habitantes de la zona saben dónde viven.

El Saranyó es la antigua partida de la huerta de Russafa ubicada al norte del enclave originario del pueblo, se extendía desde el molino de Russafa hasta el desembarcadero de la Albufera, que estaba donde ahora se levanta el centro de extranjería, y ocupaba entre la antigua Carrera de la Font d´En Corts (ahora Zapadores) y la Carrera de la Font de Sant Lluís. Es el espacio de «cases de poble» más cercano al centro urbano, pero como no ha conservado su nombre, los propios vecinos no lo tienen en mucha consideración, y cuando se refieren al mismo siempre aluden al nombre de las «carreres» y no a la genuina nominación del territorio. Sin embargo, en todas las escrituras de las diferentes casas de la contornada el notario anotaba que la parcela hortícola sobre la que se construía el edificio (estamos hablando de hace unos cien años) estaba enclavada en «la Partida del Sarañón», castellanizando la denominación tradicional.

Pregunté a distintos vecinos del lugar y aunque los más ancianos recordaban el nombre de «Saranyó» sólo una mujer de más de noventa años me contó una historia congruente sobre el origen del nombre, también un tanto inquietante. Sus ancestros habían sido «llauradors» por varias generaciones y, a través de la vía oral, le habían referido que el Saranyó original era un sacerdote muy poderoso que poseía en la partida una rica casa de labranza donde pasaba las épocas de más calor en verano. Este detalle lo enfatizaba, pues explicaba que en invierno vivían muy tranquilos y en cuanto el estío anunciaba su presencia, se ponían a temblar.

Este «Pare Saranyó» era un monje muy estricto que dictaba sermones muy apocalípticos, al estilo de Sant Vicent Ferrer. Pero en su vida privada era más bien un personaje sicalíptico que tenía dos lacayos encargados de recorrer la huerta y reclutar a las doncellas más bellas, a las que acusaban de causar el pecado en los hombres. Estos secuaces conducían a las infortunadas elegidas a la alquería del Pare Saranyó y allí el religioso se encargaba de exorcizarlas personalmente. Cuentan que pocas salían con vida de allí, para que no pudieran denunciar lo que les habían hecho. Además de los abusos sexuales se comentaba la maligna afición del cura a arrancarles el corazón a las muchachas vírgenes para ingerirlo con la sangre todavía caliente, pues creía este loco que dicho menú le garantizaría la eterna juventud. Saranyó habría sido un peculiar precedente valenciano de la húngara Erzsébet Bathory, la «Condesa Sangrienta» que se dedicaba a asesinar niñas para bañarse en su sangre; un autóctono Vlad Drácula con el que se asustaba a la infancia a modo de «Butòni».

El Padre Saranyó tenía mucha amistad con el Rey de Valencia y un hermano aristócrata metido en alta política del Reino, esto le protegía de sus desmanes. Pero he aquí que en una ocasión se encaprichó de la hija de un marqués y a raíz de su secuestro, como el padre de la chica también era alguien importante, descubrieron todos sus crímenes. Saranyó fue exiliado de la capital y nunca más pudo volver, y su hermano decidió cambiarse el apellido para que no lo relacionaran jamás con aquellas atrocidades. El nombre del Saranyó únicamente quedó en los documentos de aquella partida de la Huerta, y los huertanos procuraban no utilizarlo, para no invocar el espíritu de aquel demonio. «Per això aquell nom es va perdre i ja no el gasta ningú, perque els que sabem la història procurem no contar-la», concluía la anciana con una tonalidad de implacable misterio.

Actualmente el Saranyó son las calles de Planes, Perfecte, Neus, Fray Juan Monzó, Cienfuegos, Tucumán, Vicent Lleó y Organista Plasencia. Por cierto, esta última calle, hasta los años veinte, se denominó «Calle Preciados» imitando surrealistamente la famosa y céntrica calle de Madrid. Se trata de un grupo de edificaciones rurales encajado perfectamente en la trama urbana de la capital, y que fácilmente se podría peatonalizar, tal y como se ha hecho en Campanar o en Benimaclet. Es realmente el último «trozo de pueblo» que queda de Ruzafa.

«Saranyó» plantea mucho enigmas toponímicos. En las «Coplas» de Ferrer se alude a un Sarañón militar de la reconquista, pero ya sabemos la poca fiabilidad histórica que tiene dicha recreación literaria. Ferran García Oliver alude a un enérgico abad de la Valldigna del año 1383 llamado Arnau Saranyó en su estudio «La Vall de les sis mesquites», también recordado por Enric Guinot. En la web del monasterio el nombre se transcribe «Arnau Aranyó» como constructor de la muralla y puerta real de tan importante monumento. ¿Fue este abad el pérfido religioso que ha perdurado en la leyenda? ¿Existe alguna conexión entre ambos? Curiosamente, sobre la anécdota de que sus familiares renunciaron al linaje, cabe apuntar que en la actualidad en internet sólo aparece un «Alma Sarañó» como persona con ese apellido, y ni siquiera exhibe su fotografía.

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