Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mercado de segunda mano

Els Encants, rastro de Valencia

Necesitan una nueva ubicación, quizá unos quioscos dignos en los jardines entre la Avda. de la Plata y Hermanos Maristas

Els Encants, rastro de Valencia

En este mes de desaforado consumismo los valencianos debemos recordar, y utilizar, los grandes almacenes más ecológicos y saludables del mundo: el Mercat dels Encants o Rastro de Valencia. Tiene más de mil años de antigüedad y allí se pueden adquirir regalos verdaderamente únicos. ¡Qué pena que no valoremos su historia y su gran aportación social! Su nombre procede de la locución "¿En quant?" que atina los precios según un acuerdo entre vendedor y comprador.

La Lengua Valenciana siempre denominó «Encants» a los mercadillos de segunda mano, e incluso su hermana gemela, la Lengua Catalana, mantiene esta denominación en una zona comercial de Barcelona. En cambio, en la ciudad de Valencia, la castellanización secular ha impuesto a todos los niveles el nombre «Rastro», de procedencia madrileña, e incluso el Ayuntamiento actual, que tanto presume de defender la esencias patrias, margina el multisecular «Encants» y siempre habla de «Rastro de Valencia» en sus ordenanzas. Sólo vendedores concienciados como Rafael Jordán mantienen esta denominación en el habla cotidiana.

El mercado dels Encants arrastra una situación penosa desde hace años, y sus vendedores, cansados de que sus reclamaciones no se atiendan, ya ni protestan. No se valora para nada el gran papel colectivo dels Encants, que es la gran institución histórica del reciclaje directo. Ahora que tanto se aboga por la reutilización y el rescate de productos usados para no fabricar indiscriminadamente nuevos y así proteger el planeta y el medio ambiente, nadie parece percatarse de la trascendental importancia del Rastro, que lleva cometiendo esta misión en Valencia desde hace siglos.

Valencia ciudad ubicó su zona comercial desde tiempos de los árabes en el arrabal de la Boatella, en donde con el paso del tiempo se consolidó el «Mercat Central» que ahora ha cumplido cien años, pero que ocupa estos espacios desde hace más de mil. Junto al mercado de frutas, verduras y carnes se fue consolidando el mercado de cosas de segunda mano. Recordemos que los artesanos y fabricantes tenían talleres dentro de la muralla de la ciudad, en calles específicas dedicadas a cada gremio. Quien quería economizar un poco de dinero y comprar objetos usados acudía a la parte más lejana del mercado, por donde ahora está la avenida del Oeste. Pasqual Esclapés señala en su crónica del siglo XVIII que donde se pueden adquirir los mejores libros en Valencia no son las librerías, sino «Els encants». Existe una preciosa postal de finales del siglo XIX que se titula «El Rastro de los Santos Juanes», que muestra el mercadillo junto a los edificios que se derribaron para construir el actual «Mercat» y con la Lonja al fondo.

Todo esto acabó cuando las modernidades de los años sesenta del siglo XX provocaron los grandes cambios urbanos. El ayuntamiento habilitó la plaza de Nápoles y Sicilia, donde también existía un mercado, para reubicar a todos los vendedores. Al calor de este foco de tradición empezaron a instalarse diversos anticuarios en la calle de las Avellanas y aledañas. Pero cuando veinte años después se reurbanizó dicha zona, los vendedores rastreros fueron arrastrados al antiguo solar del hospital provincial, donde ahora se levanta el Museo de la Modernidad. Empezó así su peregrinar cansino que desembocó en los aparcamientos junto al estadio de fútbol del Mestalla.

La situación actual es lastimosa. Su funcionamiento está constreñido al domingo por la mañana. Si caen cuatro gotas, el rastro se suspende porque no existe ningún tipo de cobertizo. Si hay un partido de fútbol, también lo anulan, porque las grandes cadenas informativas aparcan allí sus camionetas y cámaras de retransmisión. Si hay una competición deportiva, como casi todas las carreras arrancan de la vecina Alameda, el rastro se ahoga al dificultarle su acceso. No se le tiene ningun respeto ni consideración, olvidando su alta misión económica y social. Se calcula que cada domingo pasan por allí unas setenta mil personas a lo largo de todas sus horas de apertura, pero para la administración estos ciudadanos no cuentan.

El ayuntamiento debería establecer unos «encants» similares a los barceloninos, donde las casetas estás perfectamente protegidas e incluso estimuladas en la web turística de la ciudad, y con una web propia muy bien editada. Dicen que los «encants» de Barcelona son los más antiguos de Europa, fechándolos en el siglo XIV, pero en realidad los «encants» de Valencia tienen una tradición anterior al siglo XIII. Parece mentira que hayan sobrevivido con lo poco que se les ha ayudado. En Barcelona, el ayuntamiento, además de proporcionarles un espacio digno, promueve actos culturales e incluso regala «tickets» de compra gratuita, al igual que en el resto de mercados municipales.

Valencia necesita una nueva ubicación para sus «Encants». Se propuso un solar lejanísimo por Corts Valencianes, pero lo suyo sería que volviera al centro, quizás a la avenida del Oeste que los vio nacer. Por cierto, ¿qué fue del homenaje que le iban a hacer a Vicent Miguel Carceller rotulándole esta vía urbana?

Otra posibilidad sería construir unos kioscos dignos en los jardines existentes entre la avenida de la Plata y Hermanos Maristas, en la actualidad completamente desaprovechados. Un espacio seguro que permitiera abrir con exacta regularidad y a salvo de las inclemencias meteorólogicas y urbanas. Un lugar digno para el mercado más ecológico y comprometido de la ciudad, el mercat dels Encants de Valéncia.

Compartir el artículo

stats