«Llevo viviendo 14 años al lado de San Nicolás y nunca me han molestado las campanas. Si tienes las ventanas abiertas pues como mucho te puede cortar una conversación, pero es solo un momento. No es para tanto». Así explicaba su postura Jose Luis, un vecino del edificio de residentes más próximo al templo, anejo al pasillo de entrada al mismo. Como él, la mayoría de vecinos y comerciantes de la zona consultados por Levante-EMV, negaban que el ruido de las campanas les suponga molestias en el día a día.

Como publicó este diario, el Ayuntamiento de Valencia ha ordenado a la parroquia que deje de hacer sonar sus campanas hasta que pongan en macha «medidas correctoras» después de analizar quejas relativas a un exceso de contaminación acústica.

Consuelo, otras de las personas que vive en este edificio decía: «a mí no me molestan y además soy católica practicante. En cambio sí que me molesta la gran cantidad de gente que a las cuatro de la mañana todavía está haciendo ruido en la calle. Que pongan policía para retirar a toda esa gente de las calles una vez se han cerrado los bares».

Otra vecina que prefería omitir su nombre comentaba que «es muy bonito escuchar las campanas, pero un domingo por la mañana te toca la moral... a mí me suenan como si las tuviera dentro de la habitación. Me parece bien que se regule pero no que las quiten».

El tema del día

A pocos metros de allí, en un horno al que acuden cada día numerosos vecinos de la zona, Sonia, una de las trabajadoras comentaba que el cese del sonido de las campanas «es el tema del que está hablando todo el mundo estos días». «Yo llevo aquí trabajando seis años y no sé ni cómo suenan las campanas. No entendemos nada».

Su compañera Pilar, opinaba por su parte que «ahora en el Carmen llegan las despedidas de soltero y las charangas por la noche... aquí todo ese ruido molesta mucho más que las campanas».

Una de sus clientas, Marina, coincidía con ellas: «ni me molestan esas campanas ni ninguna. No me creo que sea por quejas vecinales».

En el mismo local, Manuel, que vive desde hace dos años en la calle Caballeros, aseguraba que «no hay ninguna molestia. Se oyen como en otras iglesias de la ciudad».

Muy cerca de la parroquia, de la que no dejaban de salir y entrar turistas, otra vendedora, Nicole, decía que le parecía que «hay alguna gente a la que todo le molesta. A mí me gustaba escucharlas porque además me ayudaban a saber en qué hora del día vivía y así no tenía que consultar el reloj del móvil».