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Oír campanas y no saber dónde

Oír campanas y no saber dónde

Cuando se oyen campanas y no saben dónde, es porque la gente se despista?

Un pueblo sin tradiciones parece escapar de la historia. Me cuestiono si se sabe distinguir lo que es laicismo, aconfesionalidad, de lo que es tradición. Andamos revueltos estos días, porque alguien fue al Ayuntamiento y dijo que le molestaba el «ruido» de las campanas. Al acalde le gusta su tañir, pero fiel a sus parroquianos, quiere suprimirlas y el pueblo no entendemos que se suprima la musicalidad de sus voces? hay gente que no sabe escuchar.

Acusan a las campanas de contaminar el ambiente ¡pobres campanas que juegan a lanzar su mensaje con el aire! Contaminan más las palomas con su irritante gorjeo y sus peligrosas enfermedades; la suciedad de las calles? Perdónenme, si para dar sentido a mis palabras recurra a los poetas. Dice García Lorca: En la torre/amarilla, /dobla una campana/ Sobre el viento/ amarillo/ se abren las campanas. /En la torre/ amarillas/ cesa la campana. / El viento con el polvo, / hace proras de plata.

Y se lamenta Neruda: Esta campana rota/quiere sin embargo cantar?. Esta campana rota/arrastrada en el brusco matorral/ de mi jardín salvaje/campana verde herida/hunde sus cicatrices en la hierba:/no llama a nadie más, no se congrega /junto a su copa verde/más que una mariposa que palpita/sobre el metal caído y vuela huyendo/con alas amarillas.

Canta Rosalía de Castro: Yo las amo, yo las oigo/cual oigo el rumor del viento,/?..hay algo de candoroso, / de apacible y de halagüeño/Si por siempre enmudecieran, / ¡qué tristeza en el aire y el cielo!/ ¡Qué silencio en la iglesia!/ ¡Qué extrañeza entre los muertos!

Las campanas forman parte de nuestras vidas desde tiempo inmemorial, son piezas emblemáticas del patrimonio histórico y cultural de nuestros pueblos. En 1774 el gran historiador y viajero, Antonio Ponz decía: «Casi todas las parroquias y conventos de Valencia tienen altísimas torres para las campanas. Ningún reino de España tiene tantas ni tan encumbradas».

Uno de los más bellos ornamentos del Miguelete son las campanas. Antes de trasladarse las campanas de la torre vieja a la nueva ya había en esta una campaneta y así consta en el Llibre de obre de 1418. Su volteo estaba regularizado por constitución. En el dietario de Alfonso V se dice que en significación de públicas alegrías por algunas victorias tocaban las «morlanes en la seu e en totes les parroquies» lo cual indica que éstas sonaban de diferente manera para expresar la alegría y entusiasmo del vecindario. En un fragmento de las reglas por las que se regía el cabildo de principios de siglo XVI, se indican detalladamente los toques de campanas que han de sonar en cada una de las festividades, y en otra de principios del siglo XIX se dan instrucciones precisas en todas para su funcionamiento. Existe un hecho curioso de aquella época que evoca la actualidad: en las grandes fiestas debió haber abuso en los volteos por lo que el Arzobispo López Sicilia dispuso en1834, que ningún toque pasase de cinco minutos, incluyendo esta disposición a todas las parroquias de la diócesis e iglesias, aunque se tratara de una solemnidad extraordinaria.

Las campanas marcaban los ritmos del día con sus diferentes toques, indicaban dónde ocurrían las cosas, si se había desatado un fuego o amenazaba algún otro peligro, si era día festivo o si alguien había muerto. Recuerdo en el triste entierro de Ximo Michavila el tañir doloroso de la campana de Albalat de Tarongers. En los pueblos las campanas marcan la métrica de la vida. Repicar las campanas y hacerlas cantar más que un oficio, es un arte. Marcan la métrica y adquieren cierta representación de la estructura social, donde lo religioso y lo civil se entremezclan.

En Por quién doblan las campanas de Hemingway leemos al metafísico inglés, John Donne, (Devotions): «¿Quién no echa una mirada cuando atardece? ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla? ¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe? ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo? Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti».

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