En dos ocasiones, durante unos meses, se ha lanzado en correos de ordenador la muerte de Carmen Sevilla, que en ambos casos ha sido desmentida; lo mismo que últimamente algún irresponsable ha lanzado lo mismo en torno a Massiel, lo que ella misma ha demostrado que era falso. El ordenador permite la irresponsabilidad en muchas noticias falsas.

Pero volvamos al caso de Carmen García Galisteo -que éste es el nombre auténtico de «Carmen Sevilla»-, que si bien lleva tiempo retirada y aislada por enfermedad, el triste óbito no se ha producido. Y vamos a referirnos en estas páginas a sus contactos y relaciones con València, que han sido frecuentes, casi constantes, en los más de ochenta años de edad (aunque tiene uno menos de los que figuran en sus documentos, como explicaremos).

Nacida en Sevilla y afincada desde muy joven en la calle de Bailén de Madrid -su padre era compositor de canciones, con el seudónimo «Kola»-, reconoció públicamente que en el Teatro Principal de la calle de las Barcas actuó por primera vez en un escenario con el ballet de Montemar; no tenía la edad y por ello falseó su partida de nacimiento, y si bien había nacido en 1.931, inscribió 1.930 para conseguir el permiso de trabajo. En alguna ocasión le indicamos que podía rectificarlo, pero siempre respondió: «¡Es que eso es un delito»; pero ¡han pasado tantos años!

En octubre de 1.957 por horas no le alcanzó la riada en València, marchó poco antes; pero le afectó tanto que en las semanas siguientes acudió a Murcia para intervenir desinteresadamente en la subasta que Radio Juventud montó a beneficio de los damnificados valencianos, Y fue tal su presencia en dicho programa, que tras la última emisión viajó a València con otros muchos artistas, que visitaron a la Mare de Deu y Palacio Arzobispal. El fotógrafo Pérez Aparisi realizó una espléndida foto en la escalera de Palacio, donde la popular artista hablaba cariñosamente con el Prelado. No se concebía -piénsese en la censura de los años cincuenta-que una cantante y actriz apareciera entablando un trato tan cordial con el Arzobispo. Y es curioso que la censura prohibió a la revista «Clima», que dirigía José Barberá, publicar esa foto... Y quien hoy firma esta crónica, un jovenzuelo entonces, llevó la foto a Palacio y la mostró al prelado vasco, quien la firmó en el reverso complacido, destacando la entrega desinteresada de la cantante en favor de los necesitados. Y así apareció en la portada de la revista, con el «visto bueno» del interesado. Llamaron de la delegación de Información y Turismo, protestando por la publicación de la foto prohibida; pero el director respondió, sencillamente, que el interesado la había autorizado de puño y letra.

Pero la relación de la actriz y cantante con esta tierra ha sido frecuente, casi constante. Su segundo matrimonio fue con Vicente Patuel, un terrateniente valenciano, del que lamentablemente ha enviudado. Y ha venido muy a menudo para sesiones en las que ha intervenido: la «Casa del Artista» le rindió un multitudinario homenaje en el Teatro Principal; la falla de Na Jordana organizó un festival con ella como protagonista en el cincuentenario de la riada; y hasta Segorbe tuvo el gesto de preparar un homenaje en su honor en la casa de las personas mayores de aquella población.

Para colmo, digamos que -¡será coincidencia!- en Madrid reside , retirada y tras dejar una residencia, en el Paseo del Pintor Rosales, a escasos metros de la Casa de València en la capital.

Esta querencia de la artista sevillana por las razones valencianas merece que se le tenga muy presente, ahora que por dolencias está totalmente retirada. Pero el recuerdo hacia ella aún perdura.