La Empresa Municipal de Transporte (EMT) de València no tiene constancia de ningún incidente ocurrido el 3 de marzo, a las 11.45, en el autobús número 7044 de la línea 95. Sin embargo, quienes viajaban en ese vehículo, a esa hora, sí lo recuerdan: un brusco frenazo, un golpe seco y el cuerpo de Fernando Pitarch empotrado bajo los asientos. Varios pasajeros lo ayudaron a levantarse y «alguien» le dio una servilleta de papel con los datos del autobús.

Meses después, y tras la contestación de la EMT a la reclamación interpuesta -en la que negaba el incidente al no constar parte alguno-, Fernando y su mujer, María, publicaron en Levante-EMV lo ocurrido, en aras de encontrar a la persona que les había entregado el pañuelo de papel (que ellos guardan como oro en paño) para poder corroborar la existencia del frenazo y de la caída que le supuso a Fernando la rotura de una costilla y múltiples contusiones.

Y ya la ha encontrado. Se llama Mª Teresa Mínguez y está dispuesta a ayudar al matrimonio con su testimonio porque recuerda el incidente a la perfección. De hecho, el fuerte golpe que sufrió Fernando le hizo buscar un papel para que el hombre tuviera los datos del autobús en el que viajaba.

«El autobús dio un frenazo brusco y se oyó un golpe tremendo. Vimos a un hombre incrustado bajo los asientos. Se dio con la cabeza en la placa de hierro y no podía salir. Varios pasajeros lo ayudaron a levantarse. Estaba blanco y muy aturdido. Y yo, que me encontraba en la parte de atrás, pensé que era imposible que recordara el número de autobús, para poder reclamar más tarde porque tenía claro que acabaría en el hospital. El golpe fue tremendo», explica Mª Teresa.

La mujer no tenía un papel a mano y otra pasajera le prestó un pañuelo de papel. Y así, de mano en mano, de atrás hacia delante, fue a parar al bolsillo de Fernando, que tan solo lo leyó cuando llegó a su casa y le contó el incidente a su mujer. Y es que, dolorido y desorientado, se bajó dos paradas después del frenazo.

Una pregunta al aire

«El conductor del autobús levantó la mirada y preguntó: ¿está bien? El hombre asintió y ahí se acabó la historia. Lo lógico hubiera sido que hubiera bajado y atendido al hombre porque se veía que no estaba bien. O que le hubiera llevado al hospital. O, al menos, que pasara un parte a la EMT por si el hombre reclamaba más tarde porque es increíble que, después del golpe tremendo, no tenga ningún apoyo. Pienso en si me hubiera pasado a mí o a alguno de mis hijos... y me gustaría que alguien me ayudara así que estoy a su entera disposición. El frenazo existió y yo soy testigo. Diga lo que diga la EMT», explica Mª Teresa Mínguez.