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Calle San Vicente Mártir

Todas las caras de la ciudad

En sus casi cuatro kilómetros de longitud, la calle San Vicente muestra todas las visiones de la ciudad de València, desde la más comercial a la más degradada pasando por la monumental, la cosmopolita y la periférica de barrio

Todas las caras de la ciudad

La calle San Vicente Mártir es una de las más largas, antiguas y variopintas de la ciudad. En sus cerca de cuatro kilómetros de longitud está plasmada gran parte de la historia de la ciudad y de sus habitantes, pero sobre todo, representa todo lo que es hoy en día la ciudad, con tramos comerciales, monumentales, cosmopolitas, ruinosos y periféricos. Son todas las caras de València en una misma calle.

Una de las peculiaridades de esta vía es que no ha cambiado su trazado en los últimos 17 siglos. Su itinerario desde el centro de la ciudad hasta el monasterio de San Vicente de la Roqueta,a escasos metros de la Plaza de España, lo marcó el diácono Vicente de Zaragoza en su camino hacia el martirio. El que luego fue designado patrón de la ciudad dio nombre a la calle y también al monasterio, aunque el urbanismo de los siglos posteriores la ha prolongado hasta los límites de la ciudad y le ha dado una morfología muy variada según los tramos.

La primera parte, que va desde la Plaza de la Reina hasta la Plaza de San Agustín, es la más céntrica y comercial. Las numerosas tiendas y restaurantes de la zona la convierten en un reclamo para turistas y vecinos de las poblaciones limítrofes, además, por supuesto, de los residentes. Aquí está también el teatro Olympia, una de las joyas de la cultura propia.

En los últimos dos o tres años, además, se ha modificado la configuración de la calzada ensanchando las aceras y reduciendo el tráfico rodado, lo que invita al paseo y las compras.

Un segundo tramo podría situarse entre la Plaza de San Agustín y la Plaza de España. Puede decirse que es una prolongación del anterior, con las mismas características, pero con dos grandes monumentos en sus extremos. La Iglesia de San Agustín, situada en la plaza del mismo nombre, es una joya de finales del siglo XIII, y el monasterio de San Vicente de la Roqueta, situado junto a la Plaza de España, está considerado la cuna del cristianismo valenciano.

En este lugar murió martirizado San Vicente Mártir en los primeros años del siglo IV y allí fue donde rezó por primera vez el rey Jaume I tras la conquista de València en el año 1238. El edificio, sin embargo, no ha tenido demasiada fortuna. El primer templo constantiniano y el posterior templo medieval han desaparecido y solo queda un monasterio que después de numerosas reformas y usos ha estado abandonado durante décadas y al borde de la ruina. Ha sido ahora, en el último año, cuando una fuerte inversión municipal ha consolidado su estructura, dejando en el aire un futuro uso público aún no determinado.

La Roqueta es también el punto de partida de una tercera zona diferenciada. Hasta el cruce con Giorgeta podemos hablar de una ciudad consolidada, más abierta, con fuertes servicios, como la central de correos, y con un icono del transporte público que hace de València una ciudad más cosmopolita: la estación del AVE Joaquín Sorolla.

Inaugurada en el año 2010 junto con la línea de alta velocidad Madrid-València, es uno de los puntos neurálgicos de la capital y uno de los de mayor actividad. El nuevo planeamiento del Parque Central prevé además la construcción de grandes torres en los solares cercanos, lo que contribuirá a la modernización del entorno.

La zona cero

A partir de aquí, sin embargo, la calle San Vicente entra en una zona crítica, probablemente una de las más degradadas y ruinosas de la ciudad. El proyecto del Parque Central, que consiste en el soterramiento de las vías del tren y la construcción de un gran jardín que conecte todos los barrios separados por el ferrocarril, lleva décadas estancado y todo lo que se ha hecho ha sido desalojar las naves industriales que había a lo largo de esta calle para su posterior demolición. Y así permanecen en la actualidad, demolidas y rodeadas de infraviviendas donde las «okupaciones» ilegales son otro elemento a destacar.

Icono de este paisaje de destrucción es la antigua fábrica de cervezas Turia, que ha tenido que ser derribada también pos los problemas de seguridad que había generado a los propios vecinos del barrio.

En el otro lado de la calle, el de la derecha según se sale de la ciudad, están además los famosos cuarteles de San Vicente, demolidos hace dos años después de décadas de abandono. Su urbanización, al menos la del Cuartel de Ingenieros está próxima, pero la del Parque de Artillería, el más grandes de los dos, sigue sin fechas.

La Cruz Cubierta

Al final de este tramo, antes de salir al Bulevar Sur, se encuentra, eso sí, la denominada Cruz Cubierta, una de las tres cruces de término que hay en la ciudad. Esta en concreto es una cruz gótica del siglo XV obra de Juan Lobet, cubierta con un templete que construyó en su día el maestro Juan del Poyo. Un emblema de València.

En la actualidad, no obstante, la cruz no es el final del término municipal. Ni siquiera es el final de la calle San Vicente, que continúa al otro lado del Bulevar Sur para atravesar el barrio de San Marcelino hasta las vías del ferrocarril, donde muere finalmente.

En este último tramo la calle San Vicente reune todas las características de los barrios periféricos de la ciudad, con solares, descampados, una urbanización deficiente y necesidad de servicios.

La calle San Vicente, por tanto, es un resumen gráfico e incluso histórico de València. En sus distintos tramos pueden apreciarse todas las virtudes y carencias de la ciudad. Probablemente en un futuro a medio plazo sus caras puedan mejorar y unificarse. Dependerá en gran medida del Parque Central y del tratamiento de los barrios.

Pero hoy en día es un buen ejemplo de lo que somos.

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