El Puerto de Catarroja se convirtió ayer en un hervidero de gente llegada de muchas poblaciones que querían vivir de primera mano la ya tradicional Fiesta de la Siega, que vivía su sexta edición y que está organizada por la Denominación de Origen Arroz de València. La propuesta, todo hay que decirlo, era bastante interesante, pues incluía desde una apetitosa degustación de arroces valencianos, de la que disfrutaron unas 3.000 personas, a un novedoso concurso de un arte tradicional como la «perxa», en el que venció Juan Puchalt Babau (Catarroja), otro de «cants de batre» que ganó Noelia Llorens, así como clases en vivo de arroz. Sin olvidar el plato fuerte de la jornada, una exhibición de la forma más tradicional de llevar a cabo la siega, con la «corbella» y con la ayuda inestimable de un caballo.

Alrededor de las 11.30 horas de la mañana, la gente se empezaba a agolpar entorno al recinto destinado para la muestra de la siega. La vista, realmente, era espectacular, la inmensidad de los campos de arroz, con las garzas y otras aves reposando al fondo y con doce agricultores, vestidos de la forma tradicional, con sombrero de paja, faja, camisa azul y descalzos sobre el fango, cortando las matas de arroz con las tradicionales «corbelles». Antes, formaban, para la foto de familia y comentaban la dureza que tenía este trabajo. Uno de ellos, micrófono en mano, amenizaba el evento y matizaba que no querían «volver a esa forma de trabajar tan dura», sino poner en valor la cultura autóctona. Él recordaba cuando, no hace tanto, el arroz era una especie de «seguro de vida y de manutención» para tanta gente y rememoraba los olores, los sonidos de los animales en las casas, y la «convivencia» que se vivía con otras personas llegadas desde diferentes puntos de la Comunitat Valenciana, así como de otras autonomías, con los cuales se convivía en las casas y se creaban vínculos de todo tipo que se renovaban cada año.

Ahora, todo ha cambiado, pero esta muestra, como recordaba Santos Ruiz, gerente de la D. O. Arroz de València: «Sirve para poner en contacto al agricultor con la gente que compra y consume el arroz». Y también para poner en valor la cultura valenciana e incentivar el consumo de variedades autóctonas de arroz que son «las que mejor le van a los arroces tradicionales valencianos».