Una pareja pasa por delante de la puerta románica de la Catedral, ubicada en la plaza de la Almoina, y señala hacia la esquina inferior izquierda. Allí permanecen los restos del incendio que una o varias personas aún por determinar e identificar causaron en la madrugada del 16 de diciembre. La indignación entre los transeúntes que pasan por allí es la tónica dominante y la mayor parte de ellos lo atribuye a un acto de gamberrismo juvenil o de personas bajo los efectos del alcohol, aunque también hay quien va más allá y ve motivos de odio hacia la religión católica o incluso hacia el patrimonio.

En esta última línea se expresa el presidente del Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio, Cesar Guardeño. Él alerta de que en el año que hoy acaba «ha habido un repunte de estas agresiones en toda la ciudad hacia patrimonio como las torres de Serranos, el refugio de la Guerra Civil o la Basílica de la Virgen».

Él pide responsabilidades tanto a los agresores como a los organismos públicos municipales y regionales porque «ellos deben velar por la protección y la seguridad» de estos elementos. Y va más allá, reclama la instalación de cámaras de videovigilancia, al menos, en los edificios y monumentos declarados como Bien de Interés Cultural (BIC). «El único edificio que las tiene en su exterior es el Palau de la Generalitat, pero se deberían instalar en muchos más porque servirían como disuasión y también para identificar a los culpables de este tipo de actos», argumenta.

La importancia de patrimonio como el de estas puertas románicas que datan del siglo XIII se puede observar al conversar con personas como el tarraconense Carles Morales. Él se declara seguidor del arte románico y asegura que ya hace 40 años tomó una foto de esta puerta porque le impresionó y quería compartirla con sus amistades. Ayer, andaba por allí junto a su mujer y no salía de su indignación: «Me enfado mucho al ver esto. Es una de las puertas que más me gustan porque es una auténtica maravilla», indicaba. Él añadía que es una puerta muy similar a la que existe en Agramunt o en Lleida.

Por su parte, Davide Bau, que es originario de otro lugar de gran cultura patrimonial como es Italia, decía estar «sorprendido» por este acto, aunque comentaba que en su país también pasan cosas similares. Para él había sido algo propio de gente joven, pero aún así «es un ataque a la cultura de València. No se dan cuenta que se hacen daño a sí mismos».

Precisamente este daño propio es el que destacaba el joven Guille Mora quien hacía la siguiente reflexión: «si destruimos aquello de dónde venimos no llegaremos a dónde vamos».

Mensajes para los autores

Al preguntar a la gente qué les diría a los autores, las repuestas solían ir hacia la autorreflexión y también el castigo. Así, la valenciana Marta Pradas les decía que «es importante el respeto. Si alguien no está de acuerdo con algo lo debe expresar con palabras, no con destrucción». Por su parte, la vecina de Gandia, Begoña Vitoria, les dice que «no tienen respeto». Y que esto «no es una reivindicación de ningún tipo». Y Ramón Arrandis hacía una reflexión general: «nos hace falta respetar mucho más el patrimonio».