Los «merenderos» situados en el Paseo Marítimo de València, como los conocen los clientes de toda la vida, afrontan la última fase antes de una renovación que pretende adecuarlos a la nueva demanda, así como a la nueva Ley de Costas. Mucho ha llovido desde cuando eran eso, merenderos de madera ubicados en la playa y donde se celebraban, entre otras celebraciones, guateques -una fiesta, por desgracia, en desuso-. En ellos se han vivido todo tipo de historias, por allí han pasado turistas de medio mundo, y clientes ya como de la familia, como son Juan Iranzo y Vicky. Ayer, los que disfrutaban de un arroz en La Murciana, uno de los restaurantes más clásicos de la zona, aplaudían al unísono cuando salía la tarta que celebraba el 40 aniversario de boda de esta pareja. «Ya veníamos aquí cuando empezábamos a salir juntos con solo 12 o 13 años. Entonces había merenderos en la playa y este ya existía», confesaba Iranzo. Ellos han visto, literalmente, crecer a los actuales dueños y aseguran sentirse como en casa: «Nos tratan como parte de la familia y nos encanta venir aquí». Por eso, piden, como también hacen los gerentes de los diferentes restaurantes, así como los empleados, que la anunciada demolición y posterior reforma se haga cuando les afecte menos a todos ellos: «Aquí se abre todo el año, pero en verano es cuando hay más clientela, por eso deben hacer las obras sobre octubre o noviembre», indicaba Vicky.
«Hace mucha falta»
Ahora, tras publicarse el anuncio de demolición y reforma en el BOE, todo parece más cerca, pero los hosteleros de la zona confiesan que la espera se ha hecho muy larga y farragosa: «Llevamos demasiado tiempo esperando las reformas. Lo que queremos es que se hagan ya los restaurantes nuevos porque es algo que hace mucha falta ya», confiesa Mari Ángeles Miralles, gerente de La Alegría de la Huerta.
En la misma línea, el propietario de la Murciana, Ginés Navarro, explica que, a pesar de que el proyecto ya está muy avanzado, todavía no tienen demasiado claro cómo serán los nuevos locales ni cuánto espacio de terraza real tendrán finalmente: «Ha habido muchas negociaciones para llegar al producto final, pero nosotros seguimos esperando a que salga la información pública del Ministerio de Fomento y podamos saber realmente a qué atenernos». Hasta entonces, dice, solo les queda seguir esperando y, sobre todo, seguir trabajando.
«No tenemos claro cuántos metros tendremos al final, cuántos podremos usar realmente, qué terraza se nos quedará», indica, aunque teme que, al final, tengan menos metros que ahora: «Es cierto que habrá una terraza en la parte superior, si el proyecto queda tal y como está, pero esta será muy pequeña, de unos 50 metros, y la que hay a pie de calle será más pequeña que ahora». Aún así, sí ve bien que se haga la reforma para mejorar aspectos tan importantes como la cocina, la fachada o incluso los baños.
Mientras tanto, varios trabajadores de los restaurantes esperan que las reformas lleguen en la temporada baja para perder el mínimo de trabajo posible. En general, se muestran esperanzados en que con los cambios la clientela mejore también y eso repercuta en sus puestos de trabajo y en su estabilidad laboral no solo de forma estacional, sino, en la medida de los posible, a lo largo de todo el año.
Esta temporalidad actual la confiesan tanto Navarro como otros propietarios. En muchos casos, la plantilla se dobla en verano cuando, como ayer, los restaurantes están a rebosar y entre las mesas no paran de pasar camareros en una y otra dirección. Volviendo a Juan y Vicky, ambos se fueron, una vez más, muy satisfechos de una nueva celebración: «Seguiremos viniendo porque el trato y la comida es fantástico».
