Todos los viernes y sábados por la noche, los vecinos del barrio de Morvedre ven desde sus casas escenas que mezclan la molestia por el elevado ruido de la música y las voces con la peligrosidad de las peleas que suceden casi cada semana en los alrededores de la gasolinera de la calle Milagrosa.

Así lo explica el presidente de la Asociación de Vecinos Zaidia-Morvedre, Gregorio Sebastián, insistiendo en que los numerosos jóvenes que cada semana acuden a las inmediaciones de este establecimiento, así como a otros espacios cercanos como el parque Jardín de Morvedre o las calles Sarra y La Saboneria dejan todo tipo de residuos en la zona, desde bebidas alcohólicas hasta lugares en plena calle donde hacen sus necesidades sin ningún control.

Estas reuniones de jóvenes «nos están afectando, porque lo dejan todo sucio y en mal estado», recalca el responsable.

Sin embargo, los vecinos no son los únicos perjudicados por el alboroto de cada fin de semana. Como resalta José, uno de los empleados de la estación de servicio ubicada en la zona, la situación que se vive cada viernes y sábado alrededor del establecimiento es «de auténtico desmadre. Se meten unos con otros y a menudo hay peleas, sobretodo cuando son ya las tres y media o cuatro de la mañana y van todos bebidos». Del mismo modo, el trabajador también teme que se pueda producir una desgracia. «Se meten dentro del recinto de la gasolinera y a veces se ponen a fumar cerca de los cuatro depósitos subterráneos de combustible. Hay 32.000 litros ahí y es muy peligroso lo que hacen», resalta José.

Desperfectos en la gasolinera

En algunas ocasiones, la propia estación de servicio ha sufrido las consecuencias de este botellón. «Nos han tirado y vaciado las papeleras», explica el empleado, destacando a su vez que los propios trabajadores son «los que tenemos que recoger los residuos que dejan por la noche». Además, en algunas ocasiones «vienen buscando comprar cervezas o alcohol y, al no vendérselo -no pueden de 22 a siete de la mañana- nos insultan, escupen o golpean repetidamente al cristal», describe José.

Por ello y aunque cada vez es más frecuente que la policía controle el lugar, desde la asociación se reclama que se acabe «definitivamente» con este problema que ya propició una manifestación hace tres años, pero que hoy continúa sin una solución total.