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Opinión

Menjar raïms a Cap d'Any porta diners per tot l'any

El consumo de uvas y de vino era algo muy habitual en las fiestas romanas. levante-emv

La costumbre de tomar las doce uvas con las doce campanadas en Nochevieja es netamente valenciana, vieja como la de refrán -el refranero suele ser antiquísimo, de siglos- «Menjar raïms a Cap d'Any, porta diners tot l'any».

Hace un siglo la rescataron y volvieron a ponerla de moda unos bodegueros del Vinalopó, que se vieron con un exceso de producción. Los de Madrid se apoderaron de ella y se colgaron la medalla, aunque basándose, a falta de historia, en que era una costumbre francesa, por ellos corregida y aumentada.

Pertenece al vademécum de nuestras antiguas tradiciones culturales mediterráneas, originarias de la Grecia clásica, la madre con la Roma clásica, de nuestra cultura, que persiste grabada en lo recóndito de nuestro ADN, y nos convirtió en grandes cultivadores, cuidadores y veneradores de la vid y el vino.

El dios de los griegos Dionisio era el dios del vino, quien tenía el secreto del arte de hacer vinos, a quien los romanos le cambiaron el nombre por Baco, dadas las orgías, las bacanales que se arreaban teniendo como principal elemento de consumo el vino, donde los participantes se liberaban de sus preocupaciones por momentos y se extasiaban viviendo placenteros momentos. Bebiendo vino se liberaban accidentalmente de los pesares de la vida.

Tenemos no poco de griego en nuestra cultura. En un alfar de Villar del Arzobispo al que me llevó el artista Rafael Pérez Contel, junto al balsón, seguían utilizando las medidas para hacer los cachorros que utilizaban los griegos. Nuestra Altea valenciana, la dama de blanco que diría Carmelina Sánchez-Cutillas, lleva el nombre de la diosa Altea, quien casó con Eneo, dios al que Dionisio regaló el don de la viticultura. De este matrimonio mitológico nacería Deianeira, (¿Denia?), madre de Heracles. Denia, la griega H?meroskópeion o ???????, tenía un importante tráfico de vinos y pasas en ánforas con otros lugares del mediterráneo, Grecia incluida.

Las uvas y el vino han sido elementos importantes en las religiones de dichas culturas clásicas, que posteriormente asumió el judaísmo, cristianismo y catolicismo en sus liturgias. La vid y el vino son temas claves en la Biblia. Y en cuanto a lo laical, vid y vino además de frutas y productos místicos tienen efectos curativos y medicinales, aportan antioxidantes y tienen elementos anticancerígenos. El vino facilita la digestión, fortalece las paredes del estómago. Reduce los problemas cardiovasculares. Incluso se habla de que las uvas verdes previenen la aparición del alzhéimer y protegen las células que producen insulinas en el cuerpo evitando su destrucción. Sólo que por su azúcar los diabéticos deben andar con tiento.

No es baladí, por tanto, tomar uvas cuando comienza el nuevo año, la nueva etapa, la nueva vida, el nuevo tramo de la andadura. Sin darnos cuenta, estamos rindiendo respeto a la fuerza de las vides y el vino en la historia. Les estamos atribuyendo poderes mágicos, especiales y extraordinarios cuando a cada campanada tomamos un grano y pedimos un deseo, deseamos, cómo no, salud, dinero y amor, felicidad, que buena falta hacen siempre. Y lo pedimos a los dioses que son, y fueron siempre, de la vid y el vino.

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