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El agotado tarro de las esencias valencianas del PP del 'cap i casal'

Los populares de la ciudad redundan en la estrategia identitaria con el fichaje del presidente de Lo Rat Penat o el hijo de Lizondo, pero el éxito de Vox cuestiona su capacidad para atraer a un votante que ha virado a posiciones españolistas

Vicente González Lizondo y Rita Barberá, durante un pleno municipal en los años 90. levante-emv

Cada cita con las urnas, el PP de València abre, como en un eterno retorno, el tarro de las esencias identitarias: lengua y tradición. Ni siquiera el currículum de mujer de consensos como la candidata a la alcaldía, María José Catalá, ha cambiado el guión.

Entre las novedades de una lista que nace desde cero (el anterior grupo de Rita Barberá fue imputado en bloque), las mayores sorpresas las da la inclusión del presidente de las Fallas de Especial, Santiago Ballester, como número cuatro; y tras él, el de Enric Esteve, presidente de Lo Rat Penat, asociación defensora del secesionismo lingüístico entre valenciano y catalán. En puestos secundarios emerge Vicente González-Lizondo, hijo del fundador de Unión Valenciana.

«En los productos financieros te informan de que rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. Al PP le pasa eso. En la construcción de una hegemonía, el discurso anticatalanista le ayudó a construir la percepción de que defendían los intereses valencianos. Pero ya no es tan decisivo», opina Vicent Flor, sociólogo experto en el anticatalanismo en València.

El regreso a esta estrategia, un seguro de vida al que se ha aferrado desde hace 20 años, genera discrepancias sobre su efectividad en la actualidad: «Existe una sobrevaloración del valencianismo que en su día representó Unión Valenciana por parte del PP. No aciertan a actualizar este ideario, ya que nuestra sociedad no entiende como valencianismo las mismas posiciones que en los 80 y principios de los 90. El fracaso en la búsqueda de este caladero de votos ya se ha visto, por ejemplo, en los últimos dos comicios autonómicos», apunta Simón Alegre, politólogo y autor de Unión Valenciana (1982-2000): nacimiento, auge y caída de un partido.

Alegre tacha de «mercadeo» este tipo de operaciones, como la «compra de cargos» de UV en el pasado por parte del PP, o con asociaciones como Lo Rat Penat, «un intercambio de favores entre las organizaciones» para cambiar apoyos por subvenciones. «Es una utilización espuria, aunque reiterada, de una entidad histórica», lamenta.

María José Catalá no es precisamente una anticatalanista furibunda. Como consellera de Educación, aprobó un número notable de líneas en valenciano; se llevó mucho mejor de lo previsible con entidades como Escola Valenciana, y trató de tender puentes con la Acadèmia Valenciana de la Llengua, pese a que le tocó defender la posición del Consell contra la definición de valencià en el Diccionari que preparaba la AVL en 2014.

¿A qué se debe entonces esta apuesta? «A nivel orgánico, Catalá trata de reforzar su posición interna potenciando, de cara a la galería, a los que considera valores más férreos del partido. Su pasado como consellera de Educación no le ha granjeado, precisamente, las simpatías del electorado que pudiera haber simpatizado con UV, ya que el de la ciudad siempre fue más conservador que el del resto de la autonomía», apunta Alegre.

Catalá, es cierto, arrancó su carrera como candidata con un discurso muy agresivo en enero. El programa del PP en València, además, reabre viejos debates, como instaurar la «cooficialidad» del nombre de la ciudad, en castellano y en valenciano con acento cerrado, y no abierto, como ahora.

Además, promete prohibir las subvenciones a «entidades que no cumplan o tengan objetivos contrarios a la Constitución, a nuestro Estatut d'Autonomia y a nuestras señas de identidad estatutarias».

«Me presento para que la senyera vuelva a entrar en la catedral y el separatismo catalanista quite sus manos de la ciudad», dijo en su presentación. En aquellos días, el tripartito andaluz de derechas, alentado por Vox, daba nuevas esperanzas al PP. La tensión territorial, con Cataluña como escenario bélico, creaba esperanzas de remontada. Con todo, el batacazo de las generales y las autonómicas, con Vox esquilmando los caladeros del PP, ha llevado a revisar la estrategia, a corregir el viraje a la derecha por una búsqueda del centro perdido.

«Básicamente, se equivocan porque el mundo del anticatalanismo blavero ha sido casi completamente sustituido por un anticatalanismo españolista y antivalencianista que, hoy en día, está muy bien representado por posturas como la de Ciudadanos o de Vox, jacobinas y partidarias de la preeminencia del castellano en todos los ámbitos públicos», apunta Vicent Baydal, especialista en historia valenciana y profesor de la UJI. «Creo que el PP ya tiene poco que rascar en aquel mundo del blaverismo, que ha perdido totalmente las coordenadas políticas actuales», señala.

El modelo Feijóo

Baydal ofrece otros modelos de regionalismo hacia los que, en su opinión, debería reorientarse el partido hegemónico del espectro conservador: «El PP, en términos electorales, se está equivocando mucho, tratando de ir contra ciertos consensos sobre la identidad valenciana y del valenciano que ellos mismos habían ayudado a crear con una cierta propaganda regionalista y a través de hechos como la creación de la AVL o la reivindicación de la competencia legislativa en materia de derecho civil», reflexiona Baydal.

Y sugiere: «Harían bien en luchar por un regionalismo como el del PP de Feijóo en Galicia o como el de Coalición Canaria, plenamente compatible con la idea de España pero sin ser contrario ni beligerante con los consensos sobre la identidad ni los símbolos gallegos y canarios que se han construido en las últimas décadas», concluye.

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