Una de las claves del incidente fue la rápida evacuación de las más de 1.400 personas que se encontraban el interior del Oceanogràfic en el momento que se produjeron los hechos. Hace apenas una semana se había hecho uno de los simulacros que se vienen haciendo periódicamente. A través de la megafonía, y en diferentes idiomas, se ordenó la salida de todos ellos, algo que se hizo con mucho orden. Y la otra, la rápida intervención de los bomberos, que obtuvo incluso el reconocimiento del alcalde, Joan Ribó, al recordar que «se personaron en el recinto en menos de tres minutos y sofocaron las llamas en veinte minutos. Y es algo que hay que reconocer públicamente ante toda la ciudadanía».

Accesos cerrados

El operativo se puso en marcha inmediatamente. La circulación quedó cortada en todas las vías de acceso. Fundamentalmente, en la calle Eduardo Primo Yúfera (la que da acceso al espacio y que conduce a Nazaret). La entrada a la ciudad por la V15 se desvió por el paso inferior y también se cortó la rotonda del puente de l'Assud d'Or. Efectivos de las policías Local y Nacional se coordinaron para evitar el colapso mientras, ordenadamente, los visitantes y trabajadores abandonaban el recinto. Los primeros quedaron en un particular limbo, a la espera de acontecimientos, mientras monitores, cocineros y demás personal aguardaba pacientemente. «Hemos escuchado la orden de evacuación y la verdad es que ha sido rápido y ordenado. No ha habido ningún momento de pánico» relataba uno de los trabajadores. «Algunos han visto el fuego de cerca y es cierto que era muy violento al principio». Hablaban de desperfectos en máquinas expendedoras de bebidas, que también habría quedado destruidas. «Pero ha estado muy localizado. Lo bueno es que no se ha propagado».

Al cabo de un rato salió una brigada de trabajadores, convenientemente identificados. Se había decidido clausurar el recinto a pesar de que la práctica totalidad de salas estaba en condiciones de seguir siendo visitadas. Realmente, todas menos la de los tiburones. Pero un incendio no es una cuestión baladí. Salieron con manojos de hojas de reclamación para explicar el funcionamiento: a aquellos que quisieran reanudar la visita se les indicaba la forma de hacerlo a través de la página web. Aquellos para los que era imposible, se les daba un impreso para reclamar la devolución del dinero. Por la noche ya quedaba abierto, como queda dicho, el restaurante.

Momentos de tensión

Hubo escasos momentos de tensión como, por ejemplo, cuando un padre llegó, visiblemente nervioso porque no tenía noticias de su hijo, que se encontraba con un grupo. Llegó visiblemente alarmado al haber contemplado la columna de humo. Los responsables del Oceanogràfic gestionaron in situ y encontraron al grupo y su monitor, que se encontraban fuera de la zona pero todos en perfecto estado y hasta se le permitió hablar con él.

Al cabo de un rato se permitió la entrada a los visitantes que habían acudido con sus automóviles particulares para que los retiraran, mientras que los profesionales regresaban a sus puestos, por lo menos, aquellos que seguirían teniendo labores durante el día.