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El Convento de Jerusalem (II)

El escudo de las familias Cavanilles, Vilarrasa, Centelles, Catalá y Montsoriu aparece duplicado en el trasdós, sobre el tímpano de la portada de la Iglesia

El Convento de Jerusalem (II)

En nuestro artículo del pasado 30 de junio contamos la historia del Convento de Jerusalem, en esta ocasión vamos a centrarnos en la descripción del convento después de su reconstrucción tras la Guerra del Francés.

Recordemos que la primera noticia fehaciente de lo que posteriormente sería el convento data de agosto 1341, donde unas mujeres dedicadas a la beatería y seglares, deciden seguir la tercera regla de penitencia de San Francisco en un edificio extramuros justo a la salida de la Puerta de San Vicente. En 1494 la fama de esta austerísima congregación llega a oídos del Papa Rodrigo Borja, Alejandro VI, por boca de su hijo César, que en aquel momento, con tan solo 19 años, ya era arzobispo de València, y del Rey Fernando el Católico.

El Papa concede una Bula en 1496 para que se construya en aquel lugar un Monasterio de la Orden de Santa Clara con la regla de Urbano IV, con el nombre de Jerusalem y bajo la advocación de la Virgen María del Espasmo. La familia Cavanilles Vilarrasa fue la ejecutora de esta Bula y así el fundador del monasterio de Jerusalem fue Luís Cavanilles Vilarrasa.

Inició la «fábrica" su hijo Luís para continuarla y finalizarla posteriormente su otro hijo, Jerónimo. En 1529, debido a la cantidad de religiosas, la importancia de su labor y la situación del convento entre otras razones, los Jurados de la Ciudad decidieron expropiar terrenos contiguos para ampliación del conjunto monacal. La tarde del 3 de mayo de 1599 el monasterio tuvo una ilustre visita, Felipe III y Margarita de Hungría oraron en su iglesia pocos días después de haber contraído matrimonio en la Catedral de València.

Una venta obligada tras la invasión

En 1811, ante la inminente invasión francesa y siendo un estorbo para la defensa de la ciudad al encontrarse tan cercano a la muralla, la Junta de Defensa tomó la decisión de derribar el tejado y bóveda de la iglesia, abandonando las monjas el convento para refugiarse en la Casa de la Enseñanza de la calle de la Sangre. El convento quedó arrasado casi en su totalidad al término de la guerra y para poder volver a reconstruirlo las mojas tuvieron que vender una de sus joyas; la obra de Juan de Juanes «la Virgen de la Leche».

Su reconstrucción duró varios años y las religiosas regresaron a él en 1815. Como anteriormente hemos comentado, vamos a centrarnos en la descripción del convento y para ello vamos a apoyarnos en la reseña que de él hace Almela y Vives en un recorrido vísperas de su demolición, «(€) el chaflán de la manzana donde se hallaba enclavado el convento, estaba formado por una elevada tapia, en la que se abría una amplia puerta sobre la cual corría esta inscripción en sendos azulejos blancos para cada letra azul: Monasterio de Jerusalem, Religiosas de Santa Clara. Sobre la puerta se elevaba un frontón en cuya parte posterior se había aplicado un retablo de azulejos que fue arrancado de allí bastante antes de proceder al derribo. Se entraba a una plazoleta (...) a la derecha se hallaba la casa de la guardesa adosada a la tapia, a la izquierda estaba la fachada de la Iglesia y parte del convento que aparecía al frente».

Una puerta en el paramento de frente a la calle permitía el acceso al locutorio, donde no faltaba una inscripción que dijese: Hermano, una de dos: o callar o hablar de Dios. Otra puertecita junto a la Iglesia era de ingreso a un pequeño vestíbulo d onde estaba el torno y la puerta de comunicación con el convento. La primera estancia era espaciosa y recibía el nombre de anterefectorio, lo que más llamaba la atención en ella era la techumbre, pues entre las vigas corrían nueve aplicaciones de talla en yeso de estilo renacimiento, con medallones de cabezas galeadas y el mismo dibujo (...)».

«Por la izquierda según se entraba del anterefectorio se pasaba al refectorio, una estancia todavía mayor que la precedente. La techumbre continuaba aquí en cinco tramos y no en los restantes debido a un incendio (€). El testero del refectorio lo ocupaba el gran lienzo en el que se representaba La Cena. Y no faltaba en el refectorio un púlpito al cual se accedía por una escalerilla practicada den el hueco del muro».

«Camino adelante se pasaba a la cocina, habitación vasta. En un rincón había un pozo con un gran brocal de piedra, uno de los siete que generosamente dotaban de agua al convento. (...) En la misma planta baja, cerca de la cocina había otros cuartos destinados a depósitos de carbón u otras finalidades domésticas. En las habitaciones descritas, había varias puertas que llevaban a una galería que ocupaba toda el ala del edificio; galería formada por arcos de medio punto, la mayoría de ellos cegados. Esta galería daba a un gran patio donde crecían algunos árboles frutales, rosales y otras plantas en agradable desorden».

«En él se alzaba un templete formado por cuatro pilastras de ladrillo con cubierta de tejas a cuatro vertientes en cuyo centro había un cáliz; bajo el templete surgía el brocal de un pozo con su correspondiente pila. Una inscripción rezaba Respeto y veneración-pide este pequeño pozo- porque es para lavar la ropa de nuestro divino esposo. El pozo servía exclusivamente para lavar con su agua las ropas litúrgicas. En el mismo patio se hallaba el cementerio de las monjas cuyos fallecimientos se reflejaban en un libro de «religiosas difuntas» en el que con más o menos concisión se refleja algo más de la vida de cada una de las monjas difuntas; así vemos que algunas de ellas estaban en el convento desde los 2 o los 10 años.

Otro patio más pequeño había situado en la parte contigua a la Calle San Vicente, entre la casa de la guardesa y otro cuerpo del edificio. A este patio se podía entrar desde dicha casa por una amplia puerta, en la parte superior y posterior de la cual había un escudo en relieve de la Casa de Cavanilles. También se entraba desde el convento por una pequeña puerta de perfil conopial que cobijaba un escudete con el monograma JHS (€).

En el patio de elevaban algunas palmeras; a un lado se encontraba otro pozo, el llamado de la santa Espina pues según la tradición, en el convento se guardaba una reliquia de la Corona de Cristo que, con motivo de una exclaustración, cierta religiosa arrojó allí para que nadie pudiera apoderarse de la espina con malos fines».

«Aun había otra extensión descubierta mucho mayor que las anteriores y dedicada en parte a el cultivo de legumbres y hortalizas para el consumo de las religiosas. (€) En los pisos había muchas habitaciones desocupadas, una sala de labores y una enfermería con su cocina de campana y en ella un reloj de arena con duración de media hora».

«También había otras habitaciones destinadas al noviciado y en ellas otro pozo con su correspondiente pila. Todas las ventanas que daban hacia la calle estaban, como cumplía a la clausura del convento, provistas de celosías. Subiendo por una escalera que partía del anterefectorio se llegaba a la llamada Sala Capitular que en uno de los lados se abrían dos puertas de perfil angrelado y al parecer de piedra. La de la derecha llevaba a una pequeña estancia con bóveda de crucería; el florón de ésta mostraba el escudo de los Cavanilles, así como las cuatro ménsulas en que terminaban los nervios de la bóveda. Lo más curioso era la incompleta pintura al fresco que rodeaba la estancia. La puerta de la izquierda se abría a un habitáculo que era parejo al otro, pero sin los nervios de la bóveda o embebidos en la obra.

«En realidad, esta estancia no conservaba el carácter de la otra pues había sido modernizada para servir de capilla a San Antonio y servir de paso al coro. El testero lo ocupaba un gran lienzo representando la muerte de San Francisco, al otro lado había un oratorio en cuyo nicho se hallaba un Ecce Homo. (€) entre dos hornacinas se hallaba la puerta del dormitorio y consistía en una gran nave donde las camas se hallaban separadas a ambos lados por tabiques poco elevados en relación con el techo. El pavimento estaba formado por grandes ladrillos rojos y por pequeños azulejos góticos llamados escatabat o del pensamiento. El piso superior estaba formado por una prolongada crujía con 33 celdas, todas al mismo lado y con ventana al huerto».

La iglesia dejó se ser gótica

Para hablar de la iglesia, hemos de decir que tras la reconstrucción dejó de ser gótica para pasar a greco-romana y que solo se respetó su portada. Ésta formaba una amplia nave de más de 30 metros de longitud por más de 11 metros de anchura, con bóveda y el coro ocupaba los pies. «Al lado de la Epístola estaban las capillas de San Francisco, Cristo, La Dolorosa y San Pascual Bailón; al lado del evangelio las de san Miguel, el Ecce Homo, una falsa puerta y la de San Antonio de Padua. Se accedía al presbiterio mediante dos gradas, resto de la anterior elevación. Ante ellas, una losa de mármol negro con esta leyenda Aquí yace el Muy Ylustre Señor D. Francisco de Paula y Cavanilles, Conde de Casal, patrón de este monasterio de religiosas de Jerusalem y último posehedor de la Casa de Cavanilles; murió día 26 de febrero del año 1808, rueguen por su alma».

El presbiterio era semicircular con diez columnas corintias de yeso y armazón de madera, pareadas las dos primeras de cada lado. En los huecos que dejaban dichas columnas había tres altarcitos a cada lado. Sobre el Sagrario abríase un nicho con la imagen de la Purísima. Sobre el entablamento figuraba un motivo decorativo formado por el monograma de María con nubecillas, fondo radiante, dos angelitos el escudo Franciscano y el escudo Cavanilles. Antes de llegar al presbiterio, abriendo una puerta cuarteada se penetraba en la sacristía.

Fotografías de la puerta de la Iglesia del Convento han llegado hasta nuestros días y en ellas podemos apreciar algo que se repite con frecuencia como adornos conventuales, el llamado escudo de los Cavanilles-Vilarrasa. En el trasdós sobre el tímpano de la portada, aparece duplicado este escudo, atribuido a los Cavanilles Vilarrasa. Tras un estudio más profundo del mismo nos lleva a descubrir de quién es realmente este escudo; partido en dos y cuartelada la izquierda en la que encontramos la fusión de las casas Vilarrasa y Cavanilles, por este orden de importancia ya que el principal es de azur con cinco bezantes de oro, puestos en sotuer y en el 4º diagonal con él, centelles de plata y gules que pertenecen a la casa Vilarrasa-Centelles y en los otros cuarteles 2º en campo de oro, un Agnus Dei o Cordero Pascual con una banderita de plata, cargada de una cruz de gules, fustada de oro perteneciente a los Cavanilles y en el 4º en campo de azur, un lebrel de plata, puesto en salto con collar de gules, perteneciente a los Catalá (segundo apellido de Pedro, el padre de Castellana Cavanilles).

Pero lo que nos llama la atención es la otra mitad del escudo; pertenece a la familia de los Montsoriu o Monsoriu apellido topónimo y cuyo escudo es en campo de gules un monte de oro surmontado de una flor de lis del mismo metal. La explicación de cómo llega a la fachada de la Iglesia del Convento de Jerusalem es sencilla pues Luis de Cavanilles y Vilarrasa contrajo segundas nupcias con Francisca de Monsoriu y añadió a su propio escudo el de ella.

Las obras de arte más importantes del Convento de Jerusalem, aparte del ya mencionado cuadro de la Virgen de la Leche de Juan de Juanes y que fue vendido encontramos innumerables cuadros de los que destacaban, La Santísima Trinidad con San Francisco y Santa Clara de José Simonelli, El Salvador de Ribalta, Asuntos de la Pasión del Señor de alumnos de Juan de Juanes, San Pablo y San Antonio Abad de Gaspar de la Huerta, San Bruno de Ignacio Pinazo y La huida a Egipto de Constantino Gómez. Además de las tallas de la Virgen del Contra-Pasmo de Agustín Agulló y el Ecce Homo de Juan Bautista Balaguer.

Después de resistir la desamortización de Mendizábal en 1836, el convento fue vendido en 1932 y derribado un año después.

Esperamos y deseamos que además de recordar cuando escuchemos el nombre de Convento de Jerusalem, a la famosa Falla de sección especial, a su calle, a su mercadillo o a su mercado, hayamos conseguido que la historia y las imágenes de este convento estén asociadas a ese nombre€

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