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Las 13 plazas de la Reina

Francisco Taberner repasa la evolución y propuestas que ha tenido este monumental enclave, de nuevo, en fase de remodelación

Las 13 plazas de la Reina

La plaza de la Reina ha sido objeto de numerosas y variadas propuestas en apenas siglo y medio de historia sin que, de momento, haya llegado la versión definitiva. La investigación del arquitecto y urbanista Francisco Taberner, académico de San Carlos y expresidente del Colegio de Arquitectos de València, presentada con motivo del VIII Curso de Historia de la Ciudad, contabiliza al menos 13 propuestas o intentos de reforma de un espacio surgido del derribo de un convento y llamado a ser la plaza mayor de València. Un vacío urbano que ha sido objeto de tres concursos de ideas, varios planes de reforma y ordenanza reguladoras, algunas pifias urbanísticas y propuestas insólitas como la de Javier Goerlich de derribar la iglesia de Santa Catalina, dejando exenta su torre barroca en medio de una gran avenida que atravesaba el centro histórico.

Taberner repasa en su investigación titulada «La plaza de la Reina: proyectos y realizaciones» todos los proyectos de los que ha sido objeto el espacio surgido en 1878 por el derribo y subasta de seis parcelas del antiguo convento de Santa Tecla, desde la calle de la Paz (en origen calle Revolución) de Luis Ferreres Soler de 1891, hasta la propuesta de los arquitecctos José María Tomás y Antonio Escario que se impuso en el concurso convocado en 2016 por al ayuntamiento a una anterior de Miguel del Rey, Iñigo Magro y Antonio Gallud, avalada por el Colegio de Arquitectos de València y por un jurado de máximo nivel en el que se encontraba Rafael Moneo. La plaza de la Reina de Escario y Tomás, en espera de licitación, peatonaliza la mayor parte de la plaza (para ello traslada a una esquina el acceso al aparcamiento subterráneo) y pone orden a los múltiples usos de un entorno monumental de primer orden presidido por la Catedral y el Miguelete.

«Huérfana de argumento, desbordada en sus usos y con una escenografía que no ha sabido adaptarse a las distintas propuestas, la plaza de la Reina se enfrenta hoy a un nuevo desafío de compleja resolución en el que la gestión de la multiplicidad de acciones que en ella residen , requerirán sin duda un notable esfuerzo para desarrollar y materializar la propuesta que en estos momentos se está desarrollando», explica Taberner en su investigación. Advierte igualmente el experto de la degradación y «desmedida terciarización» de la plaza, que «hace peligrar su uso vivencial» y añade que «la falta de control sobre sus edificaciones en las últimas décadas ha generado un espacio de dudosa representatividad, y escaso atractivo, poco acorde con el carácter de Plaza Mayor que desde hace décadas, muchas décadas, se le ha querido, otorgar».

En 1869 los arquitectos municipales Sorní y Mercader proyectaron una calle de nueva creación para unir la plaza de Santa Catalina con la Glorieta con una inusual anchura de 14 metros. La llegada de dicha calle al cruce con San Vicente requirió la demolición de una manzana triangular existente, creándose una articulación entre las calles del Mar, de la Paz (entonces Revolución) y San Vicente. Esta plaza de nueva creación, bautizada en honor a la reina María de las Mercedes, será objeto de numerosas propuestas de ampliación, expone Taberner.

Una década despúes de la apertura de la plaza, en 1891, el urbanista Luis Ferreres Soler presenta un ambicioso proyecto para convertir la plaza de la Reina en el centro neurálgico de la ciudad titulado «Proyecto de apertura de una gran vía entre las ex puertas de Ruzafa y San José, prolongación de las calles de la Paz y Corona y nuevo ensache de la plaza de la Reina».

En 1900 el arquitecto municipal José Camaña propone una reforma compuesta por tres grandes vías que confluyen en la plaza de la Reina, ampliada y de forma sensiblemente rectangular.

En 1908, el arquitecto municipal Federico Aymamí, «en plena euforia del ayuntamiento blasquista», propugna un ambicioso plan de reforma interior del antiguo recinto amurallado, que acabó reduciéndose a la mejora de tres grandes ejes: la avenida del Oeste,la del Real y el ensanche de la plaza de la Reina.

Para Aymamí, explica Francisco Taberner, la plaza de la Reina «era el centro del lujo de la ciudad por lo que desde ella debía de partir una gran avenida que atravesaría la trama histórica hasta conectar con el puente del Real». Este proyecto, aprobado en su versión reducida en 1912 quedó paralizado en 1914. Tampoco se ejecutó el que propuso en 1908 el arquitecto municipal Rafael Alfaro al hilo de la prolongación de la calle del Mar.

En 1921llega un nuevo intento reformista por parte del arquitecto municipal Carlos Carbonell, con un plan de reforma que ampliaba la plaza hasta la calle Borriol (hoy desaparecida) dejando en pie dos manzanas delante de la catedral. La elección de un nuevo alcalde un año después dejó aparcado el proyecto.

Ya con Carlos Sousa Álvarez de Toledo, Marques de Sotelo, como alcalde (1927-1930) y de la mano del arquitecto Javier Goerlich los deseos de reformar la ciudad y crear una nueva imagen «moderna y suntuosa» traen un nuevo plan de ampliación de la plaza de la Reina que quedaba divida por un cuerpo construido que dejaba oculta la fachada de la Catedral, enmarcando el Miguelete.

Con la proclamación de la segunda República, se trató de impulsar la reforma de la plaza y en 1935 se presenta el proyecto de ensanche de la plaza de la Región y la prolongación de la calle de la Paz hasta las torres de Quart firmado por Goerlich, que incluye la demolición de la iglesia de Santa Catalina, entonces amenazada de ruina, dejando la torre de Santa Catalina exenta. El gobierno de la época difundió ampliamente en los cines sus planes de reforma para esta nueva y «moderna» plaza que, apunta Taberner, no tenía «ningún atisbo de respeto a su pasado histórico».

Su propuesta de hecho levantó agrias polémicas y fue duramente criticada por el Colegio de Arquitectos de València, que cuestionaba la desaparición «caprichosa» de edificios históricos como la iglesia de Santa Catalina dejando su torre exenta «convertida en un obelisco rodeado de edificios modernos, de mayor altura y reducida su categoría de a la de un poste de ordenación del tráfico». Esta no sería la última versión de Goerlich para la reforma de la plaza. En 1942 presentó un nuevo proyecto, al que de nuevo se opusieron los arquitectos. Hubo otras dos propuestas de Goerlich en 1950 y 1953. Ninguna vio la luz.

En la segunda mitad del siglo XX, el Centro de Cultura València propugna el establecimiento de ordenanzas especiales para cada barrio. En este contexto, concretamente en 1950, el arquitecto municipal Camilo Grau propone una nueva solución con plaza porticada para este espacio. Un año después, se convocó el primer concurso de ideas para dar una solución a la plaza, al que se presentaron 30 arquitectos de toda España y del que resultó ganador el valenciano Vicente Figuerola, con un diseño de doble plaza que dejaba la iglesa de Santa Catalina al descubierto.

En 1954 hubo un primer intento de regular la construcción y alturas en la plaza con edificios de cinco plantas que apenas tuvo continuidad.

Sobre la ordenación de la plaza debatieron arquitectos y urbanistas como Francisco Mora, Juan José Estellés, Luis Gay y Pecourt. Sin ninguna ordenanza específica en 1968 se derriban las últimas casas y se construye el aparcamiento subterráneo diseñado por Manuel Calduch y Mauro Lleó, cuyas rampas de acceso ocupan hoy la mitad de la plaza.

A partir de los años 70, los ecos de la Carta de Venecia subrayan el valor de los centros históricos y surgen los (cinco) planes especiales de protección de Ciutat Vella (ahora refundidos en uno). Tras ello llegaron los, anteriormente citados, concursos de ideas de 1999 y 2016.

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