Un atracador de alrededor de 60 años maniató el martes a la dueña de una farmacia veterinaria de València, a quien amenazó con un cúter en presencia de su hija de 7 años, para llevarse la escasa recaudación del día y la tarjeta de crédito de la víctima. El asalto se produjo pasadas las cinco y media de la tarde del martes, en la farmacia veterinaria Farmacivet, en el barrio de Russafa, en València. Su dueña, Sheila, que estaba con su hija de 7 años en la farmacia, explica que «llamó a la puerta un hombre mayor, de unos 60 años, muy abrigado, que llevaba un gorro y una bufanda. Hacía tanto frío que le abrí enseguida».

Nada más acceder al local, el desconocido «me cogió por la chaqueta y sacó un cúter, con el que me amenazó. Intenté soltarme, pero no pude». La empujó hacia el mostrador y le ordenó «que abriese la caja y le diese todo el dinero», mientras le ordenaba a la pequeña «que se metiera en el almacén». Sheila accedió y le dio los 250 euros de la recaudación. El atracador «se metió los billetes en los bolsillos y a continuación «me dijo que fuese hacia el almacén y me ordenó que le diese mi bolso, mi tarjeta de crédito y el PIN. Valoré darle una contraseña falsa, pero estaba bajo la amenaza del cúter. Y no quería que volviese más tarde y tomase represalias».

Una vez obtenido lo que quería, «me gritó que me tirase al suelo, pero yo me negué. Al final, me hizo ponerme de espaldas, primero, y de rodillas, después. Entonces, cogió unas bridas de plástico y me ató las manos a la espalda, mientras le gritaba la niña que se metiera en el baño, porque gritaba, asustada». El asaltante, que lucía «un bigote pequeño», siguió insistiendo hasta que, bajo amenazas, consiguió que Sheila se tumbase en el sueño. Solo entonces se fue del local, dejándola a ella tirada en el suelo del almacén y a la pequeña, en el baño.

En cuanto se fue, Sheila se puso en pie y le pasó como pudo el móvil a su hija, pidiéndole «que llamase a su padre. Y justo en ese momento llamó al timbre un cliente. Fui hacia la puerta y, a pesar de tener atadas las manos, conseguí abrirle. El chico me quitó las bridas y ya llamamos a la policía».

Sheila no conocía de nada al atracador. «No le había visto nunca antes, ni por el barrio, ni nada», asegura. Nada más salir de la farmacia veterinaria, el ladrón buscó un cajero automático y, valiéndose de la tarjeta recién robada y de la información que tenía acerca de su contraseña, obtenida bajo amenazas, extrajo 600 euros.

La Policía ya trabaja para identificar al atracador, a partir de los datos recabados en el establecimiento, así como en el cajero automático donde sacó el dinero. Además, los agentes están rastreando las cámaras del entorno, por si alguna de ellas ha grabado imágenes útiles del ladrón. La Policía Científica trató de obtener evidencias criminalísticas del delincuente, pero, en principio no ha sido posible. «Huellas no había, porque utilizó guantes, y ADN no han podido sacar, porque varias personas tocamos las bridas» lo que ha invalidado la posibilidad de recuperar el perfil genético del asaltante.

Aunque ni Sheila ni su pequeña sufrieron heridas, «la verdad es que la niña se asustó mucho y luego pasó muy mala noche. No podía dormirse y pasó la noche abrazada a su padre. Intentamos tranquilizarla diciéndole que solo había sido una aventura. Hoy [por ayer] ya está más tranquila», afirma la madre.