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Chiringuitos y arena, patrimonio del Cabanyal

Costas vuelve a poner el foco en los restaurantes y arrocerías de las playas del Cabanyal y la Malva-rosa a cuenta del plan de renaturalización con dunas y vegetación del paseo marítimo de València

Chiringuitos y arena, patrimonio del Cabanyal

Los doce chiringuitos de la playa de la Malva-rosa y los restaurantes y arrocerías del paseo de Neptuno, unos 20 establecimientos de hostelería de ubicación estratégica en el paseo marítimo de València, ven con cierta incertidumbre el futuro. Y no solo por la crisis del coronavirus, que ha mermado considerablemente la clientela este verano, pese a lo cual han logrado salvar la temporada. La Demarcación de Costas de Valencia, dependiente de la dirección general de la Costa del Ministerio de Transición Ecológica, vuelve a tenerlos en el punto de mira.

Tal como viene publicando este diario, un informe de Costas del pasado mes de agosto presentado durante la segunda fase de alegaciones del Plan Especial del Cabanyal (PEC) insiste en que el Ayuntamiento de València debe eliminar del planeamiento los usos terciarios en la zona de dominio público marítimo-terrestre por ser incompatibles con la actual ley de Costas. Costas, que también cuestiona el hotel de 15 alturas previsto en Eugenia Viñes, reitera así por segunda vez (en diciembre pasado ya alegó en una primera fase de exposición pública del PEC) su rechazo a los usos terciarios en el paseo marítimo, aunque por otro lado tramita las licencias de obras para reformar los chiringuitos, a los que hace tres años renovó las concesiones.

Una contradicción que la concejalía de Desarrollo Urbano intenta resolver con Costas con cuyos técnicos ya ha tenido una primera reunión. De momento, el nuevo plan especial sin derribos, que contempla la renaturalización y mejora ambiental, con dunas, más vegetación y menos obras dura, del paseo marítimo está congelado en espera del informe preceptivo y vinculante de Costas, que ya advierte de que no lo concederá si no se da respuesta a sus reparos a los usos terciarios, al hotel y otras dotaciones.

El plan de renaturalización del paseo marítimo y las playas del Cabanyal y la Malva-rosa que impulsa el Gobierno del Rialto, formado por Compromís y PSPV, respetará estos negocios de hostelería tradicionales. En las recreaciones que se han hecho públicas de la propuesta de regeneración ambiental los chiringuitos actuales no aparecen, no obstante fuentes del gobierno municipal aseguran a este diario que se respetarán porque el paseo marítimo, como tal, se mantiene. «Tendrán el mismo encaje que ahora» en el nuevo plan, destacan.

El ayuntamiento ya actuó con el gobierno municipal del PP de Rita Barberá en defensa de los chiringuitos de la playa cuando Costas ordenó desmantelar las terrazas por la ley de Costas. La solución que se pactó en 2010 obligó a reducir las terrazas de 150 a 50 metros, permitiendo reconvertir la primera planta de los chiringuitos en terraza.

Chiringuitos y arena, patrimonio del Cabanyal

Los vecinos del Cabanyal defienden la permanencia de estos negocios de hostelería típicos, que se sacaron de la arena cuando se aprobó en 1990 el plan especial del paseo marítimo y se llevaron a la zona del paseo. Forman parte de la historia del barrio.

Aunque algunos de los locales con más solera, como la Marcelina (fundada en 1888) han cambiado de manos, la esencia de estos locales se mantiene con restaurantes icónicos como la Murciana o la Pepica, cuyos arroces sedujeron al escritor Ernest Hemingway, a Blasco Ibáñez y a Sorolla, a actrices y celebridades como Ava Gardner, deportistas y toreros, como Indurain o el famoso Manolote y a miembros de la nobleza como la duquesa de Alba o Alfonso XIII. Las arrocerías del paseo de Neptuno atraen desde hace décadas a turistas y amantes de la buena gastronomía local.

Los locales con más solera de la costa sedujeron a escritores como Hemingway o Blasco Ibáñez, pintores como Sorolla, celebridades como Ava Gardner y toreros como Manolote

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Con excepciones, como un estridente local de una conocida firma de comida rápida, el ayuntamiento no ha permitido la entrada de más negocios de hostelería de los que había cuando se aprobó el plan especial del marítimo en 1990. Un plan que los hosteleros del Paseo de Neptuno han instado a revisar. Consideran, explica su presidente y durante muchos años director del emblemático hotel Neptuno, José Miguel Bielsa, que el plan y el propio paseo marítimo han quedado obsoleto y deben adaptarse a los nuevos usos, mejorar los recorridos peatonales y abrir la mano con las terrazas aprovechando la existencia delante de los locales de un arenal de 300 metros de anchura.

El presidente de la Asociación de Vecinos del Cabanyal, Félix Estrela, explica que los restaurantes del paseo de Neptuno forman parte de esta playa urbana desde mucho antes de que existiera el paseo marítimo. Cuando se decidió sacarlos de la arena solo se permitió que se establecieran en el paseo los que ya había. «Ni uno más», destaca Estrela, quien considera que los usos terciarios actuales son razonables y necesarios. «No queremos más chiringuitos, restaurantes y hoteles en la primera línea de la playa, pero tampoco menos, porque hay que dar servicio a la ciudadanía y al turismo que pueda llegar».

Algunos de los restaurantes y arrocerías actuales tienen su origen en las antiguas casetas de madera donde se preparaban comidas para los trabajadores del puerto. Con la moda de los baños de ola, a partir de mediados del siglo XIX, y la construcción del pabellón de las Arenas y futuro balneario aparecieron decenas de casetas de baño que poco a poco se transformarían en merenderos para los bañistas, tanto familias de los barrios vecinos como veraneantes llegados de la ciudad. Unos merenderos, donde el público acudía con su bocadillo o tartera porque allí solo se vendían bebidas y algunas tapas, como «clotxinas». No eran restaurantes al uso, explica el arquitecto y activista vecinal del Cabanyal Tato Herrero. Él, como otros vecinos, recuerda los chiringuitos y restaurantes que había antes de la construcción del paseo marítimo, obra de Colomina y Piñón, que se hizo para dar respuesta a la demanda ciudadana de zonas para pasear de cierta calidad.

Chiringuitos y arena, patrimonio del Cabanyal

En la playa del Cabanyal estaban los restaurantes y arrocerías fijos y luego estaban los chiringuitos que se montaban en verano sobre una losa de hormigón que había en la arena, entre las dunas de baja altura que había en la playa, y en invierno se desmontaban y la arena volvía a tapar la base de hormigón. Con la construcción del paseo marítimo todos se convirtieron en fijos, aunque muchos solo eran chiringuitos de temporada.

Así lo recuerda también José Miralles, el dueño de La Alegría de la Huerta, uno de los chiringuitos históricos de la playa y tercera generación de este negocio familiar. La Alegría de la Huerta empezó siendo un merendero en la arena, donde sus padres cocinaban paellas y otras esquisiteces cabanyaleras como las típicas «caragolàs», «capellanets torrats», frituras de pescadito fresco ,titaina, o «allipebres de anguilas».

Los restaurantes del paseo marítimo, recalca José Miralles, «hemos conseguido salvar nuestra cultura gastronómica tan apreciada en los poblados marítimos y no hincar la rodilla ante las franquicias». Uno de los motivos por los que se reivindican como patrimonio de la ciudad a salvaguardar en los planes de reordenación del paseo marítimo.

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