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La cárcel de mujeres gana protección

La antigua prisión del barrio de Nou Moles, símbolo de la represión franquista hacia la mujer, será catalogada como Bien de Relevancia Local

Entrada actual al colegio y antigua cárcel de mujeres por la calle Democracia. | A. V.

La cárcel de mujeres de València, actual colegio 9 d’Octubre, será reconocida, tras décadas de olvido, como Bien de Relevancia Local por el Ayuntamiento de València tanto por su valor arquitectónico como por su «interés etnológico, inmaterial e histórico» como uno de los símbolos de la represión y discriminación franquista hacia la mujer. El informe de valoración patrimonial remitido por la Concejalía de Desarrollo Urbano que dirige Sandra Gómez a la Conselleria de Cultura para elevar la protección del conjunto de nivel 2 a BRL destaca que la cárcel de mujeres de València es «testigo construido de la existencia de un sector de la población usualmente olvidado por la historia, el de las mujeres reclusas» y como tal debe protegerse.

Emplazada en la fachada fluvial de la ciudad, la cárcel de mujeres, que ha sido objeto de reformas que han alterado su estructura original, amplía ahora su protección pero sin llegar a la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC), que obligaría a recabar el visto bueno de la Conselleria de Cultura para cualquier intervención en el colegio que alberga. «Analizados los valores de la cárcel se consideran suficientemente importantes para ser protegidos pero no lo suficientemente relevantes para elevar su protección hasta un nivel que impida o dificulte de forma significativa cualquier actuación de modernización o reforma», apunta el informe patrimonial, que descarta igualmente el riesgo futuro de derribo o alteración grave de los valores del conjunto dado su uso actual como colegio público.

La protección y reconocimiento del edificio ha sido impulsada por un grupo de mujeres que estuvieron presas en este edificio durante la dictadura, con el apoyo de colectivos feministas, profesoras de universidad, investigadoras y sindicatos. El reconocimiento de la cárcel llegó finalmente el pasado mes de octubre, cuando se descubrió una placa conmemorativa en la fachada.

La ciudad de València fue pionera en la separación de la población reclusa por sexos implantando casas de corrección para mujeres en diversos conventos de la ciudad. En 1644 se fundó en València la primera cárcel de mujeres de la Corona de Aragón, habilitada provisionalmente en las torres de Quart, que se mantuvo hasta 1808, cuando por la guerra contra los franceses las torres recuperaron su función defensiva. Hasta la construcción de la cárcel en 1922 el penal para mujeres estuvo en distintos emplazamientos, desde el Caserón de la calle de la Purísima hasta la antigua Cofradía de Zapateros. Las cárceles medievales estaban concebidas para el castigo del delito mediante la reclusión, la privación y el sufrimiento. La reforma penitenciaria del siglo XIX impulsada por las teorías humanistas hicieron progresar los penales hacia la eliminación de los trabajos forzados y la rehabilitación personal. Surgieron entonces las prisiones modelo espaciosas e higiénicas. La reforma penitenciaria se plasmó en València en la construcción en 1890 de la cárcel modelo erigida siguiendo el esquema panóptico celular. Sin embargo, la aplicación de estos principios higienistas no llegó para las mujeres hasta bien entrado el siglo XX.

La cárcel de mujeres fue construida por el ayuntamiento y diseñada, siguiendo el esquema en forma de «T», por los arquitectos Eugenio López Aracil y Vicente Agustí Elguero, que proyectaron tres edificios de volumen cuadrangular conectados entre sí por pasillos de circulación cubiertos. A ambos lados de los pasillos se disponían patios para ventilación e iluminación, aunque con el tiempo se fueron sucediendo distintas remodelaciones y ampliaciones que desfiguraron este esquema inicial.

El primer edificio, recayente al paseo de la Petxina, estaba destinado a dependencias administrativas. En la planta principal se encontraba la vivienda del director y las estancias de las Hermanas de la Caridad, regentes del establecimiento. La zona de reclusión, con celdas de cuatro por dos metros, estaba en el tercer edificio. En la planta baja estaban las salas de labores, el comedor, los baños, el lavadero, la cocina y la enfermería. La cárcel disponía de dos patios, uno de los cuales contaba con una balsa o piscina y el otro con una zona cubierta para protegerse de la lluvia.

En la valoración patrimonial del edificio se han tenido en cuenta el efecto paisajístico del edificio, su integración urbana y carácter articulador, así como su singularidad en relación a la historia de la ciudad.

Tras la entrada en funcionamiento de la cárcel de Picassent, en 1991, la cárcel de mujeres perdió su uso. En 2003 el Estado la cedió a la Conselleria de Economía, que impulsó la construcción del actual colegio público 9 d’Octubre. Los altos muros que rodeaban el edificio, construido con muros de mampostería y ladrillo de gran solidez, fueron rebajados cuando la cárcel se transformó en colegio en 2007, incorporando la parcela anexa, donde se construyó el gimnasio y el patio.

De huerto a instituto, hospital y museo


El solar en el que se construyó la cárcel de mujeres formaba parte de lo que fue la alquería o huerto de San Pablo, adquiridos por los Jesuitas en 1621. En estos terrenos de hecho se construyó el antiguo Colegio Jesuita y Seminario de Nobles, que se mantuvo en funcionamiento hasta 1847. Con la desamortización, los edificios pasaron a manos de la Diputación Provincial, que los destinó a Instituto de Segunda Enseñanza, precisamente el mismo uso educativo que tiene ahora el antiguo penal. La cárcel de mujeres fue construida en 1922 como uno de los hitos del frente fluvial junto con el matadero municipal, actual polideportivo, y la cárcel Modelo, reconvertida en complejo administrativo. Cuando entró en funcionamiento la cárcel de Picassent (1991), la prisión perdió su uso.

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