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Vacunas contra el populismo

Vacunas contra el populismo

Atravesar la ciudad tras el toque de queda es un presente de esa València con la que sueñan algunos de los concejales del Rialto. Ni el sosiego del salvoconducto laboral reconcilia con la distopía real de unas calles desiertas con el intermitente destello de luces azules y la presencia de ciclistas que avituallan a los cibernautas compulsivos. Porque aunque la hostelería cierre a las 17:00, hay cadenas de comida rápida con licencia para operar toda la noche. Cosas del directo. Pero aún es más provocador ver como bares y restaurantes recogen a la hora taurina, mientras que comercios, supermercados y grandes almacenes siguen abiertos cuatro horas más y sin terrazas ni ventilación. Debe ser que el virus solo se contagia entre cervezas, vinos, sepias y arroces, mientras huye de los lineales de ropa y alimentos.

Del incidente trumpista de la cabalgata solo añadir que es la constatación de la deriva beirutí del desgobierno municipal, alejado de los intereses colectivos y más preocupado de las disputas en redes. Una burbuja que les impide comprobar como se alargan las colas en los dispensarios solidarios, que siguen en manos de voluntarias organizaciones, algunas de las cuáles creen más en el bienestar social que la mayoría de ediles. Pero como Cáritas no cuelga sus acciones en la red, y hace muy bien, queda fuera del foco del juego de sillas que ya ha empezado entre los partidos ‘rialtanos’. Aunque inmersos en el año berlanguiano, no descarto en los próximos días una foto a lo ‘Plácido’, que como saben, el nombre del guión tenía otro título más realista. Con un alcalde de salida incapaz de llamar la atención a los suyos, se van a suceder los incendios, porque la mayoría de los concejales son más pirómanos que bomberos.

Más «Noruega».

El viernes 8 de enero, Juan Marsé habría cumplido 88 años. Si con ‘La balada del Bar Torino’, Rafa Lahuerta se había convertido en nuestro particular Marsé, con ‘Noruega’ alcanza la literatura urbana del autor de ‘Últimas tarde con Teresa’, ‘Si te dicen que caí’ y ‘Rabos de lagartija’. Lahuerta además tiene la ventaja de reírse de los apocalípticos pedantes porque no los necesita para vivir, ni leer, ni escribir, igual que Marsé. Por tanto gana esa entrañable València ácrata que gracias a la desconfianza hacia los gobernantes dispone de un potencial creativo descomunal. Es en sus calles y en sus noches de Ciutat Vella donde se reconoce la autenticidad del pulso de sus gentes, y también en sus mercados, porque aunque nadie disputa el liderazgo al Central, el microcosmos del Cabanyal o Russafa merecen la atención, aunque el que más nos tiene preocupados y ocupados a Lahuerta y a mí es el de Algirós.

Arte y vida.

La exposición de Antonio López en Bancaja hay que visitarla tres veces como mínimo. El pintor manchego nació un 6 de enero, tres años más tarde que Marsé, por lo que acaba de cumplir 85 años. A la muestra le quedan días, pues está prevista hasta el domingo 24 de este mes. La retrospectiva de su obra y de su mujer María Moreno es otra vacuna de realismo. No sé si está prevista su prórroga porque siempre está repleta de visitantes -con el escrúpulo cumplimiento de todas las medidas sanitarias vigentes-, incluso diría que he visto más público que en muchas otras salas antes de la pandemia. A veces con colas en la plaza de Tetuán. El consuelo es la fortuna de los catálogos editados por la Fundación Bancaja. No se lo pierdan. Además del magnífico diseño de Ibán Ramón y la cronología de la obra del pintor manchego, recoge una larga entrevista-conversación telefónica entre Tomàs Llorens y Antonio López a lo largo de nueve días, con más de una hora de duración cada sesión, donde hablan de arte y de la vida, con la paciencia de los sabios.

Sinceridad.

El populismo aprovecha los tiempos alterados para contagiar su odio. Mensajes cortos al corazón para destapar el frágil tarro de las esencias. Por eso resulta tan difícil que calen los argumentos razonables y más ahora con la toxicidad de las redes. La transparencia es la mejor inyección contra el tumulto, así que hay concejales que deben de dimitir o cambiar de área, mientras el alcalde ya tarda en anunciar de manera oficial que este año tampoco habrá Fallas en marzo.

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