La pandemia, como toda situación de crisis, ha sacado lo mejor y lo peor de todas las organizaciones, especialmente, de las administraciones. Frente a esta situación, los políticos teníamos dos opciones: la primera era bajar al barro y ayudar, cada uno desde sus posibilidades; la segunda, ponerse de perfil y evitar al máximo ser el portador de las «malas noticias».

Equivocarse ante una situación no vivida y reconducir la actitud no sólo es humano sino loable. El problema no es éste, sino tener permanentemente una actitud distante y caer en posiciones erráticas, a todas luces «contradictorias». De esto último en el Cap i Casal hemos presenciado bastante.

En menos de una semana los vecinos de València hemos asistido atónitos a los cambios de criterio del máximo dirigente del Ayuntamiento de València. Justo una semana después de celebrarse la imprudente Cabalgata de Reyes Magos que congregó a 1.500 personas en la Plaza del Ayuntamiento, el Sr. Joan Ribó ha pedido esta semana a los vecinos de la ciudad «confinarse al máximo de sus posibilidades». La recomendación podría ser válida pero Sr. Ribó: ¿cómo explicar a los valencianos que deben quedarse en casa cuando 7 días antes usted organizó un evento que incumplió las medidas sanitarias?

Valencia, tercera ciudad de España y, lamentablemente, tercera ciudad con peores indicadores epidemiológicos; bien podría haber sido ejemplo de una gestión diligente. Desde antes del verano, el Ayuntamiento de València tiene todas las semanas informes con indicadores sobre la presencia del virus en las aguas residuales gracias a la iniciativa pionera de una empresa privada. Esos informes deberían haber marcado la hoja de ruta del gobierno municipal con medidas efectivas para intentar frenar la expansión del virus. No ha sido así.

La polémica Cabalgata (denunciada por el Partido Popular) celebrada el día en que se registraban 85 fallecidos y se anunciaba el cierre de la hostelería a las 17 hs es la ejemplificación de cómo está afrontando Ribó y el PSPV esta pandemia desde la primera ola. Sin reaccionar, de perfil y pasando siempre la responsabilidad a otros (por twitter especialmente).

Alguien podría tener la tentación de preguntarse para qué sirve entonces tener un alcalde en València y si este gobierno municipal sólo hace que «renguear», como le gusta decir ahora a la Sra. Oltra.

¿Y qué hubiera hecho usted en su lugar? Podría preguntarse el lector. Bien, desde verano, se deberían haber hecho cribados masivos en los distritos con mayor incidencia, como han hecho otras ciudades como Madrid o Barcelona; se debería haber comprado y distribuido mascarillas (FFP2) entre la población más vulnerable y se debería haber reforzado, estos últimos meses, la desinfección de calles y el servicio de transporte público para evitar las aglomeraciones en horas punta.

Podríamos tener en marcha ya un potente «Plan de Choque» para ayudar a los principales sectores económicos afectados que incluyera medidas fiscales de calado, ¿de verdad que la tercera ciudad de España sólo puede bajar el 0,6% de las tasas (poco más de 3 millones de euros) cuando recauda más de 465 millones al año por impuestos y tasas a los ciudadanos?

Llegado a este punto, es muy probable que muchos veamos un confinamiento puntual como una medida para dar un respiro a la fuerte presión asistencial en los centros hospitalarios. Pero no olviden que quienes ahora lo piden con vehemencia son los mismos que veían el COVID19 como «una gripe no tan fuerte o un constipado un poco más fuerte» y decían que las medidas para luchar contra esta pandemia en marzo «eran cero. Todo ello, claro, porque los demás éramos unos «hipocondríacos».

De esta situación vamos a aprender muchas lecciones todos. A mí, particularmente, me gustaría que pasáramos de una democracia tan emocional a una democracia más racional; que, al elegir a nuestros gobernantes, no nos dejáramos llevar por el enfado, la simpatía o el «buen rollo»; sino más bien por su capacidad para gestionar situaciones extremas. Conviene reflexionar que a algunos se les da mejor ser activista que gestores.

Me gustaría que desterráramos para siempre lo que la filósofa Adela Cortina ha llamado «gerontofobia» y comenzáramos a pensar que una sociedad que no cuida de sus mayores y sus jóvenes anda coja, por arriba y por abajo.

Me gustaría, por último, que esta ciudad tuviera un alcalde que no se pusiera de perfil. Es momento de tomar las riendas y ser audaces.