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València versión 3.0

Aplicaciones, sensores, puntos wifi, webs y todo tipo de soportes digitales han llevado a la ciudad de València a la élite de capitales en materia de empleo de la inteligencia artificial

València versión 3.0 moisés domínguez. valència

València podría acabar contratando a Kraftwek para componer su banda sonora. Es lo último que le faltará cuando finalice, si es que tiene un final, su proceso de monitorización y robotización. Una ciudad controlada por mil ojos que persiguen optimizar sus recursos y tomar decisiones. Si es que la avalancha de datos que ya llegan al gran cerebro central son capaces de ser cruzados y domados. Es la València 3.0, 5.0 o el guarismo que se quiera. SmartCity es el gran paraguas sobre el que fluyen todos los procesos que, en el mundo moderno, se mueven a través de fibras y wifis. Un gran cerebro que no tiene sede propiamente dicha, que flota en la nube y que ha aportado una nueva dimensión a golpe de KPI.

El rediseño de la página web ha sido uno de los últimos pasos más importantes y, a la vez, más necesarios. Porque «valencia.es» se había quedado muy vieja y no guardaba relación con los portales que toman el pulso a la ciudad.

Será una de las grandes herramientas de consulta para la ciudadanía. Con particularidades que parecen tan triviales como que ya es compatible con dispositivos móviles y «tablets», algo que no pasaba con la añeja página anterior.

València lleva ya tiempo integrada en una lista de ciudades pata negra en materia de digitalización. Y las casualidades también forman parte de la historia y el concejal Pere Fuset ha encontrado en la Agenda Digital un particular refugio político y de gestión mientras se dirime su futuro. Retirado de la absorbente gestión de Cultura Festiva, Compromís optó por darle continuidad en el consistorio dejándole la delegación de Agenda Digital. Aparentemente, un muermo. Pero que la llegada de la pandemia ha convertido en indispensable y ha puesto a prueba los ciber-recursos de la ciudad. «El año 2020 es un punto de inflexión histórico para la digitalización y los próximos años la agenda digital será clave para superar tanto la crisis de la pandemia como la la reactivación económica y social que debe vivir la ciudad». Es un área muy técnica, de escasa visibilidad y menos lucimiento (ahora se apaña con un mini despacho) «pero ha resultado imprescindible para que la administración no colapsara».

Uno de los elementos claves ha sido «asumir la tramitación de miles y miles de expedientes y peticiones de subvención». Es la Sede Electrónica, una de las grandes patas de la mesa. Pasó de 837.928 gestiones en 2019 a 1.353.675 en el año de la pandemia. El hambre agudiza el ingenio y tanto el confinamiento como la cita previa espantan a las visitas presenciales, pero hacía falta tener el software preparado. Lo mismo que, en estos momentos, ha ocurrido con la avalancha de peticiones de ayuda de autónomos y micropymes. Es relevante el dato facilitado esta semana: ya más de la mitad de las instancias que se entregan en el ayuntamiento son por esta vía. Esto se une a otra de las utilidades dadas a conocer esta misma semana: la aplicación para pagar impuestos sin cita previa.

Otro elemento no menos importante ha sido «poder implantar sin problemas el teletrabajo de los funcionarios municipales». Según Fuset, «había un trabajo hecho previamente y eso nos ha permitido poder hacer el cambio sin problemas».

Chivatos de ruido

Web y sede electrónica son los grandes portales de uso ciudadano. Pero a partir de ahí se desarrolla la otra no menos importante arista: la monitorización de la ciudad. Como si calles, plazas y edificios tuvieran o estuvieran en vía de tener todo tipo de electrodos. Que ya están facilitando una torrentera de datos. Que son, por una parte, información de servicio público, útil o, simplemente, curiosa y por otra, convenientemente domados, deben servir, para cruzarlos entre sí «y optimizar los servicios municipales».

Uno de los elementos más sensibles es el de la sensorética. Infinidad de chivatos que administran y administrarán datos. Como sensores de ruido (que se van a instalar en más zonas de ocio que no sólo Russafa). «Es una forma, por ejemplo, de hacer sonar las alertas y que la Policía Local pueda pasarse si se están cometiendo excesos». Pero también sensores en los contenedores de basura, en los aparcamientos, ambientales y en edificios patrimoniales.

Y chivatos de aparcamiento

También hay ya más de mil sensores en otras tantas plazas de aparcamiento inteligente. Que permitirán geolocalizar las plazas y poder informar en tiempo real a los usuarios de donde se puede estacionar en plazas especiales como las de movilidad reducida o las de profesionales -taxi y carga y descarga-. Son unos pequeños robots incrustados en el asfalto, que se encienden o apagan el el geoportal si detectan los bajos del coche.

El Consell Agrari también se ha sumado mediante la incorporación de la aplicación Survey 123 a la guardia rural.

La Plataforma de Ciudad Inteligente es el gran cerebro de toda la SmartCity, que funciona como el nudo donde se conectan todos los componentes, llegan los datos de los sensores y los traduce en información útil. Que pueden ser públicas, como la aplicación Geoportal o de gestión.

Por ejemplo, «con los sensores en los contenedores sabemos con qué periodicidad se llenan y así podemos optimizar las rutas. Son informaciones para tomar decisiones. Los datos siempre son más precisas que las percepciones».

¿Qué puede ver el ciudadano de a pie? Bastantes cosas. Por ejemplo, en Valencia al Minut se puede saber cuántas plazas hay disponibles en los aparcamientos públicos, cuántas bicicletas hay disponibles en las estaciones de Valenbisi, calidad del aire, incidencias del tránsito, ubicación de los autobuses de la EMT...

La digitalización incluye también servicios. Uno de los más celebrados por la ciudadanía es el de la creación de 300 zonas de WiFi gratuito. Aquellos que estén en la zona de influencia pueden disfrutar de 30 megas, en lugar de las esmirriadas 256K que se manejaban hasta ahora. Forma parte del proyecto WiFI4EU (enunciado jeroglífico de Wifi para Europa»). «Es una de esas paradojas: la normativa estatal tenía esa cifra como límite, pero con la iniciativa europea podemos multiplicar exponencialmente la potencia». Parques, playas y plazas son lugares donde poder sacar los dispositivos y no quemar los datos propios.

Otro programa piloto realizado con fondos europeos monitorizará edificios singulares de la ciudad. Tanto para garantizar su seguridad como para optimizar sus consumos. La Almoina es el primero que se ha llenado de sensores.

¿Qué queda por hacer? Mucho, porque la demanda siempre crecerá. Conseguir que en los pueblos deje de haber zonas de sombra. Poner en práctica pruebas para evitar los sabotajes informáticos a los organismos autónomos «que están fuera de nuestro control, pero donde podemos ayudar» y la nueva contrata de la ciudad inteligente para conocer los movimientos de visitantes. Entre muchos otros. «Estamos liderando el grupo de trabajo de las agencias de la ONU para explicar las buenas prácticas de la plataforma de la ciudad y cómo sacarle partido. Eso quiere decir que estamos en el buen camino».

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