«Hola, chicos. Va a salir la barca de la puesta de sol, por si os apetece hacer el trayecto». Cada tarde, sobre las 20:00 h, el barquero Sento Navarro repite la misma frase a las puertas del parque natural de l’Albufera a todas las personas que acuden a la zona para observar la puesta de sol.

Barqueros de la zona realizan el recorrido junto a los visitantes durante el atardecer. f.bustamante

Algunos aceptan la propuesta y se suben a la barca, con una capacidad máxima de 20 personas, para realizar el trayecto de la Mata del Fang mientras observan como se esconde el sol en uno de los lugares más mágicos de la ciudad.

Las ocho o nueve barcas situadas en la zona salen sobre las 20:15 h para realizar el recorrido, que dura unos 40 minutos. A lo lejos, los últimos visitantes se apresuran para encontrar el mejor sitio con el fin de disfrutar de este atractivo turístico. Por seis euros, los interesados pueden adentrarse en el parque mientras conocen la historia del lugar y observan los últimos rayos de sol. Además, a lo largo del día, los visitantes también pueden realizar el trayecto por cuatro euros.

Una pareja de jóvenes, que acaba de llegar, duda si subirse a una de las barcas, ya que, tal vez, no lleguen a tiempo para la cena prevista más tarde. «Hay autobuses, así que podéis avisarles de que llegaréis más tarde», les anima Sento, quien intenta captar el máximo de turistas.

A escasos metros, varios grupos de parejas y amigos prefieren sentarse alrededor de los embarcaderos mientras, poco a poco, va cayendo el sol. Están tumbados sobre mantas o toallas al tiempo que ríen o se cuentan las últimas vivencias. Por un momento, han olvidado los problemas que les rodean y se dedican únicamente a escuchar a aquellos con los que están compartiendo espacio. Allí no existe el coronavirus, la política ni la crisis económica.

Mapi Gómez y Sonia Zarzoso, vecinas de València, se encuentran entre ellos. Cerca del primer embarcadero se reúnen después de un tiempo para ponerse al día. No es la primera vez que realizan este plan, ya que, reconocen que «venimos muy a menudo porque es el mejor atardecer que tiene la ciudad».

La mayoría de los presentes sacan de sus mochilas cervezas y bolsas de fritos para preparar un tentempié. Muy cerca de Mapi y Sonia, un grupo de jóvenes extranjeros canta el «cumpleaños feliz» a una de sus amigas.

Sonia y Mapi explican que este año hay más afluencia de gente, sobre todo de la ciudad, aunque con la llegada del verano acuden más personas extranjeras y de otras comunidades autónomas.

«Con la Covid-19, nos hemos dado cuenta que la gente prefiere ese plan que ir al bar», recalcan.

El sol va escondiéndose a lo lejos. Los barqueros regresan a la zona para terminar una jornada más. En uno de los embarcaderos se puede observar a una pareja enamorada que se da un beso bajo los últimos rayos del día. Por unos segundos, se liberan de sus mascarillas y sus rostros se rozan fundiéndose en esa pequeña pero gran muestra de cariño.

La Albufera es un lugar mágico para celebrar el amor y también la amistad, dos conceptos que han cobrado todavía más importancia tras la crisis sanitaria del coronavirus. Sobre las 21:30 h, la magia del lugar poco a poco se va desvaneciendo, pero permanecen guardados los secretos e historias.