Ruta por las fallas experimentales: "Te pueden gustar o no pero hay que verlas"

Fuera del habitual y siempre abarrotado circuito de Especial, las denominadas fallas "experimentales", que suman ya casi una veintena (entre ellas la oficial de la plaza del Ayuntamiento) ofrecen al público una experiencia distinta. Comisiones como Mossén Sorell-Corona, Ripalda-Beneficencia, Borrull y Lepanto-Guillem de Castro han vuelto a poner en la calle sus monumentos alternativos, fabricados con técnicas tradicionales como la vareta y materiales innovadores y más sostenibles. Nada que ver con las (gracias al poliespán o corcho blanco) voluminosas y caras composiciones de Especial. Su mensaje es más global y se aleja de la sátira política o social de las fallas de toda la vida. Se trata de monumentos que "cuesta más entender", pero que el público valora cada vez más. La imagen de portada del reportaje que la revista Time dedicó hace unos años a las Fallas era de una experimental.

Para hacer pedagogía de las otras fallas, el Colegio Territorial de Arquitectos (CTAV) lleva varios años organizando visitas guiadas a los monumentos experimentales. Los arquitectos Rafa Rivera y Pablo Peñín hicieron de cicerones en el recorrido que el colegio organizó el pasado jueves y que congregó casi a un centenar de personas. Las fallas tradicionales «compiten por el premio, pero hay artistas que buscan otro tipo de reconocimiento», explica la presidenta del CTAV, Marina Sender, que incide en que las fallas no dejan de ser «arquitectura efímera».

En Lepanto-Guillem Sorolla, una de las veteranas en esta categoría que el ayuntamiento creó hace ya 25 años, tuvieron claro hace tiempo que por presupuesto no podían competir con las grandes y optaron por hacer una falla distinta. "La gente estaba cansada de ver monumentos de refrito". "Estas fallas te pueden gustar o no, pero hay que verlas, son diferentes", asegura Pepo Caballer, portavoz de la comisión. El monumento de este año, obra de Anna Ruiz, muestra los bustos de cartón-piedra de grandes escritores (García Lorca, María Zambrano....) pintados con la técnica del puntillismo. Es «un contenedor de la memoria, de la cultura y el saber» en un tiempo de entretenimientos banales. 

La comisión plaza de la Reina-San Vicente (la falla del Tío Pep») se ha sumado este año al grupo de «experimentales» con un homenaje a Joaquín Sorolla. Un inquietante busto «sin ojos» de grandes dimensiones del genial pintor valenciano, firmado por Escif y Latorre i Sanz, sorprende a quienes llegan desde la calle San Vicente a la plaza de la Reina, paso obligado de turistas y visitantes. «Es Blasco Ibáñez», aseguraba unos. «Da un poco de rollo», comentaban otras. El visitante puede entrar en la cabeza de Sorolla y ver a través de los ojos del pintor de la luz. La comisión, cuyo monumento ya se plantaba en 1820, ha querido «salir de los diseños tradicionales» y buscar la conexión con el barrio, explica el vicepresidente, José Luis Regidor.

Un gran gato negro (para algunos señal de gafe) en ademán de ir cruzar la calle recibe al visitante en la falla experimental de Mossen Sorell-Corona. Una visión cautivadora que invita a reflexionar sobre la suerte, buena o mala. 

Una falla experimental en la huerta perdida de la Punta

Este año el premio de las experimentales ha ido a parar a la falla de Miguel Hace de la plaza de l'Arbre que alude a la huella del paso del tiempo en los edificios de Ciutat Vella. El segundo premio ha ido a parar a la falla Chiva y el tercero ha sido para el monumento de la Punta que con el lema "Coves i fumerals" encierra una crítica a la especulación inmobiliaria y a los paisajes perdidos, como ocurrió precisamente en esta población con la construcción de la Zona Logística del Puerto que dio al traste con el paisaje de huerta y alquerías y generó un gran fractura social. La falla, una superviviente de aquella traumática operación en la que fueron desalojadas decenas de familias, es hoy uno de los elementos de cohesión social frente al desarraigo.